Hasta aquí se llegó sin el concurso del pueblo. Pero es imposible entrar al postconflicto sin el pueblo.
Contrasta la extraordinaria puesta en escena, con aplauso internacional incluido, con el escepticismo que sigue reinando en el país en torno a la finalización de los acuerdos con las Farc. Se ve llegar el nobel de paz para el Presidente y Timochenko y, sin embargo el corazón de la mayoría del pueblo colombiano no se sintonizó con el anuncio. ¿Por qué? Porque las Farc durante estos cuatro años pasaron de terroristas a estadistas, sin pedirle perdón a Colombia por los años de dolor y luto que dejaron grabados en la memoria colectiva.
¿Cómo lo consiguieron? El Gobierno fungió como su aliado, durante toda la negociación, a espaldas del pueblo. En ningún momento validó la indignación y el dolor padecidos. Les permitió la “justificación” de la lucha armada, lavó su imagen de terroristas dedicados al narcotráfico, les dio estatus de pares del Estado para rediseñar nuestras estructuras institucionales, persiguió a los opositores y polarizó a Colombia entre amigos y enemigos de la paz.
El Presidente eligió como compañeros de viaje a las Farc y no a los colombianos. Por eso, el sabor agridulce que producen estos anuncios. Es el triunfo de la propaganda sobre la verdad. En nombre del pueblo y sin su consentimiento se giró un cheque en blanco, cuyo monto tendrán que pagar varias generaciones. Cheque que giró el Presidente respaldado por una minoría de estrategas atrincherados en los medios de comunicación, descalificando hasta la más mínima crítica. Los mismos que, cuando oscile el péndulo del poder, cambiarán de sitio sin sonrojarse.
Tendremos que acostumbrarnos a ver a las Farc cogobernando y cobrando, mientras colonizan el poder cedido. Los enemigos eran las Farc, no los colombianos.
Pero, aún de las peores situaciones se pueden sacar lecciones positivas: despertó el constituyente primario. Hasta el más desprevenido de los ciudadanos adquirió conciencia política. Las marchas contra la ideología de género y la de los chocoanos indignados, son sintomáticas. A fuerza de desconocer y maltratar a las mayorías, despertaron un león dormido y esas expresiones masivas de descontento, convocadas sin el concurso de los grandes medios de comunicación, se van a tomar plazas y ciudades. Se ve venir “en marcha”, la “primavera colombiana”.
Vamos camino al plebiscito del 2 de octubre con las Farc armadas. Para el Gobierno basta su promesa de “deponer las armas”, mientras es implacable con la oposición.
Para rematar, Iván Márquez, en su discurso triunfal de La Habana solicitó el pronto regreso a Colombia de Simón Trinidad. ¿Será uno de los nuevos senadores? “Hay humo blanco. Habemus pacem”
Se llegó a este punto sin que las Farc pidieran perdón, apoyados en la propaganda, en la comunidad internacional y sin el concurso de los colombianos. ¿Es posible entrar al posconflicto sin los colombianos? Como dijo el nobel argentino Adolfo Pérez Esquivel: “el pueblo colombiano no puede ser espectador”.