A pesar de las excelentes columnas que he leído sobre la película "Encanto", no me pude sustraer al placer de escribir sobre ella. ¡Me encantó! Detrás de la magia de las montañas, los valles, los pájaros, las flores, la deliciosa comida y colorido artesanal de nuestra casita Colombia, se esconde la verdad de muchos y de cada uno. Lista para ser develada por quien tenga ojos para ver y oídos para escuchar las canciones, que son la llave individual para abrir la puerta a unas cuantas verdades.
País de mujeres maravillosas que han logrado sobrevivir temporalmente gracias a la magia de sus propias fantasías vitales. Reinas perfectas como Isabela, tormentosas como Pepa que vive al vaivén climático de sus emociones, mujeres con capacidad de escucha como Lola, matronas que son el corazón de las familias como la abuela, quien se esfuerza en ser pilar para esconder bien la vulnerabilidad de los cimientos, acrisolados en el dolor ocasionado por la violencia. Conmueve Luisa quien lleva sobre sus hombros, de hermana mayor, todo el peso de las necesidades de los demás. Soporta la presión y las sobre expectativas que todos tienen sobre ella. Sin permiso para ser frágil. Y el amor de la mamá, quien sí tiene ojos de amor para ver el don maravilloso de su hija Mirabel, la que no tiene don.
Dibuja bien a Colombia como un matriarcado, en cuyos sueños habita la magia individual que sostiene, pero que no es duradera. Devela el secreto que fortalece los cimientos de la casita Colombia: Las millones de "Mirabeles" que la habitan, preocupadas todo el tiempo por el bienestar de los demás. Sosteniendo con amor, y sin saberlo, los cimientos de casas agrietadas por los duelos inconclusos que han fracturado las familias colombianas.
Quizás lo mágico es que ellas no lo saben. Se siguen cuestionando como en la película: "no muevo montes, no me lamento, no hago palmas florecer, no doy remedios... necesito encontrar una oportunidad... que alguien me ayude a entender.
¿Habrá algo en mí que sea mágico? ".
La película deja ver, para quien quiera hacerlo, que la familia da los cimientos de la autoestima, pero con frecuencia se confunde autoestima con egos y, en vez de familia, hay colección de egos agotados en sí mismos y perecederos. Por eso Bruno, el “raro de la familia”, el hermano que se fue aunque no se había ido, no fue escuchado. “De mí siempre suponen lo peor”. Bruno no salió de las montañas colombianas, se quedó para salvar la familia.
Tuvo que derrumbarse la casa exterior para poder construir entre todos la casita interior. Es hermoso imaginar el futuro aun no definido de este país, confiándolo a la reconstrucción de los afectos en la familia colombiana rota. Volver los ojos a las millones de “Mirabeles” que elaboran sus duelos entre estos valles y montañas. Valorarlas, escucharlas, abrazarlas.
Que la magia de Disney nos regale ojos de niños para ver lo que está oculto a los ojos de los egos: “La magia no es el don, la magia es el otro”. El futuro de Colombia es posible si las dejamos a ellas encontrarse a sí mismas, reconstruir, sanar y colorear la casa interior de todos en el ENCANTO.