HACE pocos días, al iniciar su visita a Chile y Argentina, el jefe del Comando Sur, almirante C. Faller, envió una curiosa carta a los militares de la dictadura venezolana.
En esa carta, obviamente bien coordinada con la Casa Blanca, sostiene que no obstante las "muchas diferencias que nos dividen ahora” espera que llegue "pronto" el día en que las Fuerzas Armadas de ambos países vuelvan a trabajar "juntas" para enfrentar los retos comunes que afectan al continente.
Esta misiva permite establecer varias tendencias:
1- Washington está ensayando un discurso distinto al de invitar al alto mando chavista a acogerse a indultos y retirarse a “una playa tranquila en el Caribe”.
2- Lo hace porque el alzamiento del 30 de abril fue un fracaso absoluto y sirvió para constatar que,
a- Como toda guardia pretoriana, la cúpula es fiel a Maduro y se aferra a sus privilegios (a menos que obtenga de la contraparte promesas muy superiores para cambiar de actitud), y
b- Entre los gobiernos del área no hay apoyo suficiente hacia una solución decisiva basada en la fuerza que infunda suficiente temor y, por ende, impulse a la cúpula a retirarle su apoyo al dictador.
3- Es probable que toda esta situación se deba a una desconfianza mutua en el hemisferio.
Por una parte, gobiernos como el de Colombia y Brasil pueden pensar que la Casa Blanca los ha estado impulsando a encabezar una intervención directa basada en la Responsabilidad de Proteger pero sin garantizarles su presencia física.
Incluso, ellos pueden creer que en el staff del presidente Trump hay más fracturas que homogeneidad estratégica, de tal forma que no les sería deseable alinearse plenamente con un gobierno que, en los próximos meses, podría llegar al extremo de descertificar al de Bogotá por su desempeño en materia antidrogas.
Y por otra, la Casa Blanca podría estar percibiendo al gobierno Duque como inestable y dubitativo, sobre todo por el manejo que le dio a las conjeturas del New York Times sobre asuntos militares; o por lo relacionado con la extradición; o por la frialdad y reservas (mediático-ideológicas) con las que ha venido relacionándose con el presidente Bolsonaro, verdadero mejor aliado regional de Washington, actualmente.
5- En consecuencia, el Comando Sur prefiere, por ahora, soslayar las opciones de cooperación legítima, esto es, una intervención militar solicitada por el presidente Guaidó en virtud del artículo 187 de su Constitución y, más bien, abrir un compás de espera hasta dilucidar cuál es el verdadero grado de compromiso que encuentra entre los gobernantes del área.
6- Y aunque sabe perfectamente que cada día que pasa juega en contra porque el régimen de Maduro se fortalece gracias al flujo de ayuda desde Moscú pero también por la habilidad diplomática compartida entre Caracas y La Habana, temporalmente orientará sus esfuerzos a ofrecer escueta ayuda humanitaria.
Ayuda de la que el buque hospital USSN Comfort es un buen ejemplo, aunque, seguramente se combinará con una evaluación empírica destinada a precisar el momento preciso en que estarían dadas las condiciones óptimas para dar el salto estratégico que destrabe la compleja situación regional.