¿Cómo salir de la cultura de la guerra, instalada a nivel global como si no hubiese alternativa? Creo que la respuesta viene desde adentro hacia afuera.
Las confrontaciones y las luchas, aunque parezcan naturales, no son esenciales a los seres humanos. Parecería ser preciso pasar por ellas, vivirlas y atravesarlas, para evolucionar individualmente y como especie. Sí, en este planeta que tiende al caos las vibraciones de la guerra han alcanzado a cada pueblo, durante milenios, y estamos tan acostumbrados históricamente a la división y a la confrontación que creemos que no hay escapatoria o que las soluciones están afuera.
En el primer caso, seguimos inmersos en dinámicas de competencia, rivalidad y conflicto, desde donde asumimos la vida; en el segundo, trabajamos por una paz utópica, pues al poner las soluciones afuera, sin haber resuelto lo interior, no hay un soporte real que sustente con el pasar del tiempo la tan anhelada paz.
Construir la paz es un asunto tanto complicado como complejo.
Complicado, porque la inercia bélica está tan arraigada en nosotros que la hemos normalizado. Complejo, porque son tantas las causas, variables y consecuencias inmersas en una guerra, que parece una hidra de mil cabezas: el negocio de las armas, la pugna por los territorios y sus recursos, las ambiciones de poder ilimitado, las ganancias del narcotráfico… Nada de ello es nuevo, como tampoco identificar que en la base de todo ello están los egos no reconocidos ni integrados. Ah, ¡ahí está el detalle! Por ello insisto en que las soluciones fundamentales han de ser construidas desde adentro hacia afuera, para que las externas tengan asidero.
Preguntas, en el reconocimiento de la complejidad: ¿cómo construir paz interior cuando hay hambre y desde la supervivencia se hace cualquier cosa para llegar al día siguiente? ¿Cómo, cuando la relación estrecha entre victimarios y víctimas viene fortaleciéndose de generación en generación? ¿Cómo, en medio de la corrupción? ¿Cómo, cuando la actividad política está llena de falsedades, ofensas e impunidades? El panorama de afuera no daría para estar en paz. Por ello hay, primero, que encontrarla adentro. Quienes tenemos resueltas las necesidades básicas hemos de apoyar que todos las tengamos resueltas. No a punta de limosnas y caridades que perpetúan la pobreza, sino eligiendo bien a la hora de votar, para que construyamos en equidad.
Quien tiene hambre también necesita hacer trabajo interior: sin ello, que es estructural, la miseria o la pobreza que se solucionen afuera no se resolverán adentro y se seguirá en el ciclo de miseria. Miseria interior. Todos necesitamos trabajar adentro, para soltar resentimientos, sanar dolores, perdonarnos y perdonar, lograr tranquilidad y alcanzar el gozo. Sin ello, la paz es utopía…
@edoxvargas