Conexión | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Mayo de 2017

Una de las angustias de la vida contemporánea es que al teléfono móvil se le descargue la batería. En ese aparato está gran parte de nuestro vivir, si es que hemos dejado algunas costumbres de la vida análoga, como tener una agenda física para anotar las citas o los números de teléfono de nuestros seres queridos o contactos de negocios. Ahora todo eso lo solemos tener en esos aparatos que pretenden ser más inteligentes que nosotros, pues tienen cámaras súper poderosas, linternas potentes y la posibilidad de descargar toda suerte de aplicaciones que van desde la brújula y el reporte del clima, hasta la de comida a domicilio y búsqueda de pareja. Nos ocupamos de esa conexión con el mundo que representa el teléfono inteligente, pero a veces nos olvidamos de nuestras propias conexiones existenciales. ¿Qué nos conecta con la vida? ¿Qué nos permite tener nuestras baterías con la suficiente energía?

Hay conexiones esenciales que nos son comunes a todos los seres humanos, como la ingesta de agua, la alimentación, la respiración, las horas de sueño y el ejercicio físico, sobre los que tenemos recomendaciones básicas de profesionales que dedican su vida a procurarnos las mejores herramientas para el buen vivir. Además de tales conexiones físicas, necesitamos otro tipo de vínculos que nos nutran emocionalmente y que nos permitan tener la experiencia de la conexión. En lo personal, tengo gran conexión con los árboles, a los que abrazo cada vez que tengo oportunidad, aunque algunas personas me miren pensando que me chiflé del todo por aferrarme con los ojos cerrados al tronco de algún árbol que me cruce en el camino. Abrazar árboles me permite sentirme en conexión con la tierra, esa en la cual se profundizan las raíces en busca de nutrientes, y con el cielo hacia el cual se elevan el tronco y sus hojas buscando al sol.  ¿Qué le conecta a usted? 

Los ritmos urbanos nos dejan poco tiempo para la conexión vital y pareciera no existir tiempo para cerrar los ojos y conectarse. Pero ese tiempo sí existe, siempre ha existido: es una decisión personal usarlo o no. Hoy le propongo que reserve unos minutos, cinco, diez o los que pueda, para regalarse un tiempo de conexión con eso que más le haga vibrar: puede ser disfrutando conscientemente de la respiración, regando las plantas, mirando hacia las montañas, caminando sobre la arena de una playa o en el pasto del parque cercano, escuchando su propia música interior. Si nada de ello le fuese posible -¡que sí lo es!-, cierre sus ojos un momento y sienta los latidos de su corazón.  

Regocíjese por la vida que habita en usted, reconózcala, siéntala. Active su inteligencia emocional para recargar sus baterías al máximo. ¡Dese el permiso y conéctese!