Consorcio | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Marzo de 2022

Anda profundamente preocupado el Jefe del Estado con el apoyo de Rusia al sistema de seguridad y defensa de Maduro.
De un momento a otro, y como si de arte de magia se tratara, ha descubierto que Moscú hace presencia activa en Venezuela.
Por supuesto, siempre resulta interesante ir a preguntarle al otro por qué hace lo que hace ; o qué es lo que hace, aunque se sepa perfectamente a qué está dedicado.
O sea, es interesante porque este tipo de indagatorias se basa en que la respuesta reside más en quien formula la pregunta que en el propio interrogado.
Me explico.  En enero del 2019, cuando se unge a Juan Guaidó como “legítimo presidente”, se lanza una fenomenal campaña hemisférica para brindar ayuda humanitaria a la afligida población venezolana.
Pero las toneladas de abarrotes depositadas en Cúcuta se malogran y semejante operación humanitaria se convierte en el más grande fiasco de la historia diplomática, solo comparable a la de Bahía Cochinos.
En pocas palabras, el presidente Duque, tan eufórico y entusiasmado como estaba por restablecer la democracia en Venezuela, tira por la borda la iniciativa conjunta e inaugura con ello el empoderamiento absoluto del régimen dictatorial.
Al haberse visto a punto del colapso, la cúpula de Miraflores entendió que había llegado el momento de abandonar melindres y remilgos para reforzar al máximo los vínculos con Moscú, Beijing y Teherán.
Teherán, para entender a cabalidad la lógica de la guerra proxy y de los actores armados no estatales transfronterizos.
Beijing, para transportar mercancías, burlar sanciones y comerciar a lo largo y ancho del globo mejor que antes del asedio.
Y Moscú para armarse a plenitud, fabricar armamento, practicar la guerra híbrida, la ciberguerra y la desinformación, brindando la protección que solo puede ofrecer un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
Entonces, lo que hizo Duque con “el cucutazo” no fue otra cosa que abrir la gigantesca caja de Pandora y sentarse en Palacio a presenciar el rearme de Venezuela y cómo avanzaba a la misma velocidad que la pandemia.
Una Venezuela que, vista así, bien puede entenderse junto a Cuba y Nicaragua como miembros tácitos del Tratado de la Organización para la Seguridad Colectiva, liderado por Moscú.
En resumen, ¿qué seguirán diciéndole los rusos a Duque cada vez que a él se le ocurra preguntarles por qué apoyan a la dictadura, a Hezbolá y a las Farc-Eln?
Que ellos son libres de apoyar al gobierno que estimen conveniente.  Que el gobernante legítimo de Venezuela se llama Nicolás Maduro. 
Que Rusia y Venezuela son un consorcio de seguridad.  Que Venezuela es a Rusia lo que Ucrania a la OTAN.
Y que hay una infinita diferencia entre Duque y dos gobernantes que sí comprenden bien la política exterior, la seguridad y la defensa, esto es, Joe Biden y Vladimir Putin.
vicentetorrijos.com