Con arengas que llaman a una “Constituyente Ciudadana”, como prefirió llamarla Maduro, el dictador vecino realiza una convocatoria a una Asamblea Constituyente, justificada como manera de enfrentar la crisis y que le regrese la paz a la maltrecha República Bolivariana de Venezuela, para “vencer el golpe de Estado”, perfeccionar el sistema económico y político del pueblo, y para la renovación de todos los poderes públicos venezolanos. Señala que debe ser una constituyente feminista, de la juventud, de los estudiantes, pero, sobre todo, profundamente obrera, comunal y campesina. Se pretende, además, una elección de segundo grado para escoger a los constituyentes, en la que solo los organismos afines a la “revolución bolivariana” designen los candidatos y donde no participen los partidos políticos.
Desde que Hugo Chávez, elegido democráticamente Presidente de la República, juró frente a la Constitución “moribunda”, como la llamó en su oportunidad, no habíamos vuelto a presenciar la agonía constitucional de una ex democracia. Es patético el sainete.
Justificado en las trasnochadas y pasadas de moda revoluciones del siglo XX, sigue invocando al pueblo para resistirse al ocaso de su gobierno, agobiado por el descontento popular, asediado por la protesta ciudadana y carcomido por los comportamientos comunes a los regímenes presididos por los déspotas, cuando no encuentran más soluciones a los problemas, que encarcelar a los oponentes y dispararle a los que protestan.
¿Qué pretende Maduro ahora con su convocatoria a la Constituyente? Por supuesto, que los problemas económicos y la pobreza en que tiene sumido a su pueblo no se arreglan con normas constitucionales ni rediseñando sus contenidos socialistas y comunistas.
Quedó demostrado que la llamada “revolución bolivariana” no trajo cosa distinta que pobreza y desencanto para nuestros vecinos. Es muy claro que lo que sigue es consolidar el golpe de Estado que desde las elecciones que le justificaron el triunfo, sobre las que no admitió recontar los votos, se viene dando en forma paulatina; con la convocatoria a la Asamblea Ciudadana y mientras transcurre el proceso constituyente, la Asamblea Nacional, que arropa políticamente a la oposición, se desactiva, así como la convocatoria a elecciones de cualquier cargo de elección popular, hasta que no se trace el nuevo sendero de la organización del Estado. Truco sucio y virulento para jugar con un pueblo, so pretexto de mantener una ridícula revolución que no existe sino en la miseria generalizada en Venezuela. Juega “restos” el dictador, sin importarle que su contumacia signifique la sangre de su pueblo que se niega a rendirse y ha decidido mantener su protesta hasta sacudirse del régimen que lo oprime.
No se ha dado cuenta el régimen de Maduro que lo que quiere el pueblo venezolano no es cambiar la Constitución, ni sus instituciones, sino cambiarlo a él y a quienes lo acompañan en su Gobierno. El problema no está en las normas constitucionales sino en la gente que gobierna Venezuela.