Queda claro que el presidente Gustavo Petro está dispuesto a salirse de los cauces constitucionales para buscar imponer una reforma constitucional que le permita perpetuarse en el poder u ocultar sus fracasos.
Cualquieras de los dos caminos se basan en una estrategia que busca generar incertidumbre y caos político. En la entrevista del pasado 18 de marzo en El Tiempo, Petro, entre líneas, dio a entender lo que hoy sus discursos, tweets y anuncios confirman: una constituyente inconstitucional.
Petro sabe muy bien que no tiene los votos en el Congreso, mucho menos después de haber amenazado y ofendido a los parlamentarios. Por eso, ha venido transformando su discurso de Asamblea Constituyente a “proceso constituyente”. Una actividad amorfa de la cual no sabe a ciencia cierta qué verdadero fin tiene, pero eso sí, por el momento, le ahorra al mandatario el desgaste y asegurada derrota en el legislativo.
Todo esto tiene en mi opinión dos aterrizaderos, como dirían coloquialmente, uno: ser una gran cortina de humo que entierre el fracaso de las reformas sociales y gubernamental, active la campaña electoral para 2026 teniendo como banderas principales la victimización y el ataque y viabilice, con el tiempo, un heredero del proyecto del “cambio”.
Lo anterior tendría consecuencias nefastas para el país, en especial, para las regiones. La ejecución presupuestal será más que mediocre, la corrupción se desborda, económicamente el país se iría por el estanco y la situación de orden público llegaría a niveles incontrolables en muchas regiones, pero, cumpliría el objetivo político del “ilustre” presidente.
Dos: el peor escenario se materializa. La movilización se convierte en un paro armado a nivel nacional con colaboración de los grupos armados y, por una vía o la otra, como diría Maduro “a las buenas o a las malas”, el petrismo se las ingenia para imponer una constituyente inconstitucional vía golpe de estado o torciendo la mano del Congreso.
Escenario muy poco probable para los constitucionalistas que, confiados de las instituciones, creen fielmente que un eventual intento dictatorial o constituyente a lo petrista sería desconocido, detenido y disuelto por el poder judicial así tengan que utilizar la fuerza legítima del Estado.
Sería la prueba máxima de las instituciones, sobre todo de las Fuerzas Armadas quienes serían las llamadas a neutralizar la amenaza a la Constitución.
Un tercer escenario, más como ñapa, y por el solo hecho de soltarlo por este medio es que, el establecimiento logre convencer a Petro de iniciar el camino Constitucional y nos veamos en poco tiempo adentrados en elecciones para elegir asambleístas y comencemos un proceso ojalá, si nos va bien, como el de Chile.
Digo, “si nos va bien”, porque toda Constituyente es una caja de pandora y por más debilitado que este el tigre, uno nunca debe perderle el respeto.