A través de las aguas azules de un lago paraguayo que se volvió canción, Ipacaraí, nos llega la noticia que consagra a los Cuadros Vivos de Galeras como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Después de cinco décadas de explicarlos aún no encuentro como definirlos. Son una expresión artística tan mágica y aleccionadora, tan sencilla y compleja, a la vez, que no permiten que se les encasille en escuelas o tendencias. Los adjetivos del arte adocenado se desvanecen ante esta nueva maravilla. Solo son Cuadros Vivos, dicen con altivez sus creadores. Además, a pesar de su ya universal resonancia nadie es capaz de entenderlos sino participa en el alegre desorden de las calles vestidas, en el cosmos alucinante de esa fiesta, en esa explosión de creatividad tan hermosa como intensa y feliz.
En carta abierta a la Unesco los galeranos enviaron un Cuadro – Síntesis, un tríptico concebido por el profesor Ciro Iriarte, uno de los más activos creadores, quien persiste en el humano empeño de luchar contra las adversidades con el arma invencible del arte de su pueblo.
En la sinopsis del Tríptico de la Memoria el profesor Iriarte nos recuerda que “la estampa costumbrista hace alusión a un momento en donde los antiguos habitantes…del territorio sabanero del Caribe…iluminaban la penumbra del amanecer, encendiendo mechones húmedos de keroseno – la inolvidable chumeca- para recoger el agua de un llorao”. Toda abundancia trae escaseces, es su título.
En la segunda etapa de los Cuadros Vivos, ya con fluido eléctrico, “se crea la escena de una pareja de grabadores de totumo que juegan con las formas caprichosas que ofrece el fruto”.
La tercera etapa es un “sencillo homenaje a la cultura de los pueblos originarios y, de manera especial a la mujer……y se proyecta una imagen virtual, tridimensional, de un colibrí volando, que encarna el alma que abandona el cuerpo”, en elegante alusión a la cultura guaraní.
Más allá de la iluminación, mucho más allá, el Cuadro Vivo sigue siendo la voz del campesino que impulsado por las mentes jóvenes transita por los caminos de la modernidad, con todo su enigmático e indefinido significado. Tiene el Cuadro Vivo la capacidad de expresar mucho más de lo que parece. Siempre ha sido portador de un mensaje universal del pueblo campesino. Son influencias ancestrales que atraviesan el espacio y el tiempo porque el hombre galerano encontró en la naturaleza los recursos para hablar de su historia, de nuestra historia, de la historia de la humanidad.
En fin, en los Cuadros Vivos hay vida nueva, todo un horizonte de libertad creativa que concluye en el fandango esquinero al llamado de la gaita ancestral y al retumbar de los tambores entre las rodillas de esos “sonámbulos dioses nuevos que repican alegría, aprendieron a hacer el trueno con sus manos… todopoderosas para la algarabía”, como cantó Artel.