Mi buen vecino, don Vicente -ya entrado en diciembres y con muchas natillas y buñuelos entre pecho y espalda- era un antiuribista integral. Me lo encontré esta semana entrando al ascensor y he acá nuestro breve diálogo: - entonces qué, don Vicente, ¿qué se dice o comenta? - oiga, hombre, ¡qué encartada tan hijueputa nos pegamos con este presidente! - Se lo advertí, don Vicente, siga votando por Petro y verá. Y se nos cerró el elevador. Me imagino que dentro (y fuera) de los 17.5 millones de esos aparatos que tiene el país - cuéntenlos, si no me creen- ocurre lo mismo.
Y se me vino a la mente la otra vez en Pereira, cuando, metidos en uno de ellos mi hermano mayor, de corte greco-latino, que responde al nombre de Horacio, María Beatriz, mi “gocetas” hermana menor, y un infante hiperactivo -de esos “de pellizco”- que se nos infiltró en el tercer piso y al punto empezó a marcar todos los botones posibles de subida del aparato -para volverlo “lechero”- y mi hermano le increpó: “eh, no jodás, ¿y vos, tan necio, cómo te llamás?” y el muy granuja tuvo la osadía de responder, sin inmutarse: “me llamo Horacio”.
Las carcajadas y contorsiones de mi hermana me trajeron a la memoria el simpático episodio reciente -por esas calendas- en una rueda prensa ofrecida por Bill Clinton y el borrachín Boris Yeltsin cuando un periodista -más feo que una boleta de captura- le preguntó algo sobre un supuesto desastre nuclear en Rusia y éste le respondió, con acento grave, mirándolo de pies a cabeza: “you are the disaster”, apunte que produjo el desbaratamiento mediático de Clinton.
El Señor aprieta, pero no ahorca, dicen, y por fortuna nos llega la época más feliz del año, el Adviento -tiempo litúrgico de preparación de la Navidad- y la temporada del fin de año, y al son de villancicos y canciones alegres podremos degustar en familia y con amigos las mejores viandas y los mejores “espirituosos” que nos permitan distraernos de la triste realidad de un país maravilloso, pero brioso, cuyas riendas andan en manos del peor de los chalanes en nuestra historia, tan perverso montador que fácilmente podría dañarle el paso hasta al noble burrito sabanero que, tirado de cabestro por José, lleva a lomos a La Virgen María y al Niño por nacer.
Post-it. Está de puntada final el proyecto de Acto Legislativo para fortalecer la autonomía de los departamentos y municipios, preocupante, pues todo lo que sea de iniciativa gubernamental es sospechoso, porque Petro no da puntada sin dedal y el hilo conductor viene de la mano de su primer coordinador ponente, Ariel Ávila, ilustre exponente de la izquierda profunda. Pero, ¡mucho ojal!: la madeja lo que apunta es a descentralizar la corrupción en Colombia. Cadeneta y punto.
Post-it 2. Hace poco más de 20 años, estando de visita por Guaymaral en casa de mi concuñado Luis Felipe Salamanca, co-libretista de “Pedro el Escamoso”, telenovela que no me perdía, escuché sonar el timbre y de “sapo” me fui a abrir la puerta y por poco me da un infarto al toparme en persona con una muy hermosa mujer que veía por las noches en el papel de la doctora Paula. Era Sandra Reyes. Luego se perdió del mapa, se enredó en líos personales, reapareció hace poco, visiblemente desmejorada, asumiendo el rol -premonitorio- de enferma terminal, en la toma II del Escamoso, y también como mamá del ciclista Rigo. Dios la guarde en tarima de honor.