ASÍ como es evidente la expansión e influencia de China en Latinoamérica y en los últimos años especialmente en Panamá, también lo es el interés geopolítico que en el país del istmo tienen tanto el gigante asiático como Estados Unidos, los dos mayores usuarios del tráfico marítimo por ese paso que conecta los océanos Pacífico y Atlántico.
Y aunque éste es un tema más en la lista de tensiones entre ambos gigantes globales, con el retorno el lunes de Donald Trump a la Casa Blanca y la afirmación en su discurso de investidura de “retomar el control del canal de Panamá” volvió a estar en primera plana de la atención mundial.
¿Es real y viable esa intención del presidente republicano y más aún la posibilidad de utilizar la fuerza para ello? ¿Es real la injerencia de China en ese estratégico paso marítimo por donde transita el 5% del comercio mundial? ¿Se beneficia el gigante asiático con tarifa diferencial al utilizar esa ruta?
Las respuestas varían según quién las responda. Sin duda para la nueva administración de Estados Unidos todas tendrán un Sí, para el gobierno panameño y China, un rotundo No.
El mandatario panameño, José Raúl Mulino, ha insistido públicamente que el “canal es y seguirá siendo de Panamá”, que "no fue una concesión ni una dádiva" de Estados Unidos y que solo la Autoridad del Canal de Panamá (desde 1999), que es propiedad del gobierno panameño, pero opera independientemente de él, maneja de las operaciones de esa vía interoceánica.
China, por su parte, asegura que "nunca ha interferido" en el canal, que no participa en la gestión ni operación, que el mismo “no está bajo control directo o indirecto de ninguna potencia" y que “la soberanía e independencia de esta infraestructura no son negociables".
Entre tanto, Trump, quién había dicho en 2011 que Estados Unidos entregó "estúpidamente" el canal, sostiene contrariamente a lo señalado por China, que ese país si interfiere en el manejo del mencionado paso marítima y que las tasas que pagan los buques estadounidenses por cruzarlo son una "completa estafa".
Hay varios hechos a considerar para descifrar las intenciones e injerencia que los dos colosos del mundo tienen o pretenden sobre esta ruta de 80 km que, construida por Estados Unidos e inaugurada en 1914, lleva 25 años administrada por Panamá.
En primer lugar, es evidente la influencia de China en Panamá. En los últimos siete años ha realizado importantes inversiones en el canal y sus infraestructuras circundantes: decenas de sus empresas abrieron filiales, construyeron un puerto para cruceros por 206 millones de dólares en la entrada del canal por el Pacífico, y actualmente levantan, por 1.400 millones de dólares, un puente sobre la ruta interoceánica.
En 2018, el presidente chino Xi Jinping visitó ese país y propuso otros proyectos millonarios. Incluso trató de instalar su embajada a la entrada del canal, pero no se concretó por presuntas presiones de Washington.
A ello hay que sumar que, desde 1997, Hutchison Port Holdings, filial de CK Hutchison Holdings, un conglomerado con sede en Hong Kong fundado por el empresario Li Ka-shing, opera bajo concesión dos de los cinco puertos: Balboa y Cristóbal, a lado y lado del canal que conecta al Pacífico y el Atlántico.
En un "momento de conflicto" esos puertos podría usarlos Pekín "como un cuello de botella que impida el comercio" internacional por el canal, alertó el jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, poco antes de asumir el cargo.
"Aunque parece una pelea arbitraria, hay preocupaciones razonables relacionadas con la presencia de una empresa china (...). El canal tiene un valor enorme para Estados Unidos, tanto comercial como estratégico, y no sería difícil para Pekín interrumpir sus operaciones", opina Benjamin Gedan, director del programa para América Latina del Wilson Center, con sede en Washington.
Y como lo señala a BBC Mundo el director del programa de las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Ryan Berg, la explotación de estos puertos ofrece a la mencionada empresa china un alto volumen de información estratégica y potencialmente útil sobre los buques que transitan por el canal.
"Existe una creciente tensión geopolítica de carácter económico entre Estados Unidos y China… Ese tipo de información sobre la carga sería muy útil en caso de guerra en la cadena de suministro", asegura Berg, al tiempo que descarta que en Estados Unidos hay honda preocupación por el grado de control que Pekín podría ejercer sobre la empresa, en caso de un ‘enfrentamiento’ entre esos países.
Auditoría panameña
Si bien la subsidiaria de Hutchison Ports, según asegura el gobierno de Panamá no toma ninguna decisión ni tiene injerencia sobre el canal, la contraloría de ese país empezó, precisamente esta semana, a auditarla.
El director de Puertos e Industrias Marítimas Auxiliares de la Autoridad Marítima de Panamá (AMP), Max Flórez, dijo que funcionarios de esta entidad se reunieron el lunes con el contralor general, Anel Flores, para tratar sobre la auditoría a Panama Ports Compañía, subsidiaria de Hutchison Holdings.
"Por parte de la AMP ya hicimos la notificación a la administración de Panamá Ports Company (...), que el contralor iniciaría la auditoría", indicó Flórez, mientras los designados auditores iniciaron ese mismo día “una exhaustiva auditoría que tiene como objetivo garantizar el uso eficiente y transparente de los recursos públicos".
La Contraloría busca "determinar si se cumplen (...) los acuerdos de concesión pactados entre Panama Ports Company y el Estado panameño, verificando que la empresa esté reportando adecuadamente sus ingresos, pagos y aportes al Estado", señaló la entidad
En un comunicado, Hutchison Ports dijo que "ha mantenido y continuará manteniendo una relación transparente y colaborativa. Seguimos firmes en nuestro compromiso de cumplir con todas las leyes y regulaciones, ejerciendo plenamente nuestras responsabilidades contractuales".
Para Rebecca Bill Chavez, presidenta de Diálogo Interamericano, con sede en Washington, Panamá ha "respetado" la neutralidad de la vía y mantenido "la eficiencia de las operaciones".
Uso de la fuerza
Como parte de los tratados de 1977, por los que Estados Unidos entregó el canal a Panamá en 1999, los panameños se comprometieron a garantizar que la vía esté abierta permanentemente a todos los países.
"Ninguno de sus principios menciona, y menos autoriza, a Estados Unidos para reclamar el canal", dice Julio Yao, quien integró el equipo panameño que negoció los tratados.
Sin embargo, el catedrático panameño en Relaciones internacionales, Euclides Tapia, recuerda que hay enmiendas introducidas por Estados Unidos sobre la posibilidad de que Washington use la fuerza militar unilateralmente para "defender el canal contra cualquier amenaza" de cierre.
Pero el experto es enfático en señalar que las mismas contemplan que en ese caso sería solo “para mantener abierto el canal, no para tomárselo y usufructuarlo económicamente" y considera que “es un argumento fatuo que encubre la intención de que Panamá reduzca a su mínima expresión las relaciones con China".
Desde que Panamá rompió con Taiwán y estableció relaciones con Pekín en 2017, la actividad china ha crecido en el país, aunque el principal socio político y comercial sigue siendo Estados Unidos. Meses más tarde hicieron lo propio otros tres países centroamericanos (República Dominicana, El Salvador, Nicaragua y Honduras) y aspiran entrar a la iniciativa china Belt and Road, un proyecto mundial de infraestructuras e inversiones valorado en un billón de dólares.
Ante este nuevo escenario de tensiones, la politóloga de la Universidad de Essex, Natasha Lindstaedt, asegura que “Trump cree que necesita ser duro con China", así que si "existe una oportunidad de contrarrestar la influencia" de ese país en la región y en el canal "es algo de lo que le gusta hablar”.
Mientras que para Gedar, “que Trump incluyera la amenaza de retomar el canal de Panamá en su discurso inaugural hace más probable que sea un intento serio, aunque todavía parece inverosímil" y aunque ve "una intervención militar poco probable", señala que el mandatario podría presionar, por ejemplo, con aranceles.
La politóloga Lindstaedt, por su parte, considera que el presidente estadounidense “está tratando de asustar a Panamá lo más posible (...) Es una herramienta de negociación o una distracción…O ambas”. /Redacción internacional con AFP