Mientras muchos mandatarios y expertos economistas esperaban que la mayor cumbre económica del mundo, el Foro de Davos, en Suiza, transcurriera sin grandes anuncios o protagonistas, sorpresivamente apareció en las pantallas el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su intervención virtual calentó de inmediato el ambiente en torno a su política arancelaria.
En efecto, ipso facto invitó a los participantes, reunidos en la magna asamblea empresarial, a cambiar el domicilio de sus compañías y a “producir en Estados Unidos” porque, si no “tendrán que pagar aranceles” para vender sus productos en ese país. Están en su derecho de no hacerlo, agregó. Pero “mi mensaje para todas las empresas del mundo es simple: vengan a fabricar sus productos a Estados Unidos y se beneficiarán de unos impuestos entre los más bajos del mundo”, declaró.
No sin causar sorpresa, la declaración de Trump, unas horas después de la del presidente argentino Javier Milei, fue recibida con fuertes aplausos. Su intervención suscitó automáticamente un gran interés tras la serie de decretos que ha venido firmando esta semana, desde su retorno oficial a la Casa Blanca.
El presidente estadounidense aprovechó la tribuna de Davos para recordar sus planes de reducción de impuestos y su lucha contra la inmigración irregular. Particularmente, sostuvo que la única alternativa existente para no incrementar las cargas tributarias e incluso bajarlas, como prometió en su campaña presidencial, es subir los aranceles (tal cual también lo había hecho el gobierno anterior). En esa dirección el mandatario reiteró, por primera vez en un escenario internacional, su intención de imponer aranceles contra algunos de sus principales socios comerciales, entre ellos, Canadá, México y China, país con el cual mantiene una adusta relación desde su periodo anterior.
Del mismo modo, Trump instó a Arabia Saudita y a la OPEP a “bajar el costo del petróleo” como método para terminar la invasión de Rusia a Ucrania. Para nadie es secreto, ciertamente, que menores ingresos por petróleo atenazarían a la economía rusa. No obstante, insistió en que Putin debe llegar a un acuerdo y no escalar la guerra.
Asimismo, y en su intención de no ser indiferente sobre lo que debe hacer el banco central, el republicano intensificó también la presión sobre la Reserva Federal estadounidense (FED), al exigir una reducción de las tasas de interés.
“Exigiré que los tipos de interés bajen inmediatamente”, aseguró. “Del mismo modo, deberían bajar en todo el mundo. Los tipos de interés deberían seguirnos por todas partes”, añadió.
No hubo duda que la intervención produjo extrañamente una mezcla de entusiasmo y preocupación. De hecho, la próxima reunión de la FED tendrá lugar los próximos martes y miércoles.
También alabó a otros líderes de ideologías similares a la suya como el salvadoreño Nayib Bukele, el israelí Benjamín Netanyahu, la italiana Giorgia Meloni y el húngaro Viktor Orban.
“Lentamente se ha ido formando una alianza internacional de todas aquellas naciones que queremos ser libres y que creemos en las ideas de la libertad”, aseguró Trump.
Sin duda una reunión en Davos como la que no se veía hace tiempo, con el nuevo presidente estadounidense refiriéndose, uno a uno, a los que considera sus aliados políticos y comerciales, principalmente Giorgia Meloni, en Italia, y Javier Milei, en Argentina. A lo cual dejó entrever que deberían sumarse aquellos empresarios mundiales que verdaderamente crean en la iniciativa privada, la innovación y las nuevas fronteras que, a su modo, él propuso en la campaña presidencial y que contó con un respaldo electoral en su país que no dejó de traer a cuento. Y que, como se dijo, por primera vez como primer mandatario expuso en la arena internacional, una vez lograda la reelección.
Es, a fin de cuentas, el capitalismo bajo la óptica de Trump. Un capitalismo que hay que ver, finalmente, cuánto hará por la libertad de mercados. O si esto será una etapa perdida en la lontananza del progreso. O si, igualmente, como algunos piensan, la embestida arancelaria será finalmente asimilada y absorbida por los mismos mercados. Y en particular, los consumidores, que son quienes tienen la última palabra. Y también, en ese tránsito, si lo que se dará es una nueva destorcida inflacionaria a lo que todo el mundo teme.
Fuere lo que sea, y por lo pronto, lo que Trump produjo en Davos fue, efectivamente, una mezcla de entusiasmo y preocupación. Y que solo con el paso de las semanas se sabrá cuál de estos factores cobrará mayor vigencia.