Cuando en 1957 el cartagenero Rodolfo Martínez Tono le propuso a los miembros de la Junta Militar la creación de una institución que capacitara a los colombianos para ejercer un empleo productivo, llevó a cabo uno de los mayores y más fundamentales cambios para el país en la era moderna. La iniciativa fue apoyada en forma entusiasta por el entonces ministro de Trabajo, su coterráneo Raimundo Emiliani Román. Nació así el Servicio Nacional de Aprendizaje que todos conocemos bajo las siglas de Sena y que ha dotado a millones de colombianos de las herramientas necesarias para ascender en la escala social.
Con una energía formidable y una visión de futuro verdaderamente mesiánica, Martínez Tono conformó un equipo de ejecutivos igualmente jóvenes. "Si la generación anterior a la nuestra no pudo crear el Sena, mucho menos capaz será de dirigirlo", le dijo por esas calendas al presidente Valencia, quién le había recomendado a un sesentón para una dirección regional. Y ajeno a todo tipo de intrigas y recomendaciones politiqueras también le dijo a la inolvidable Doña Berta (de Ospina Pérez): "Muy bueno su candidato pero, por favor, necesito otros cinco nombres para poder escoger al mejor". Incorruptible hasta la médula, despedía por la simple sospecha a quién hubiera perdido su confianza. Duró veinte años en esta ejemplar tarea hasta que López Michelsen lo licenció por presiones partidistas. Y nos dejó un legado que haría bien el presidente Duque en protegerlo designando a un director libre de toda sospecha y que se comprometa con sus postulados.
Hoy, infortunadamente, el Sena se ha terminado por convertir en el "árbol de navidad" de los últimos gobiernos, que ha lo han puesto a dar cursos de todos los pelambres. En una época donde competitividad y productividad son claves para poder imponerse en los mercados, una adecuada formación profesional hace la diferencia. En una errada decisión, el Sena terminó en la órbita del Ministerio de Educación, cuando su hábitat natural debería ser el Ministerio de Trabajo. Una reciente reforma educativa ha diseñado los últimos tres años del bachillerato clásico con talleres formaciones en diversos oficios. Es un buen intento en la dirección correcta, pero no es suficiente y hay que tener sumo cuidado en los diseños de esa fusión. ¿Cómo identificar necesidades y futuras fuentes de empleo, para no alimentar una desocupación ya grande con un desempleo capacitado pero sin posibilidades en las nóminas?
Este último escenario debe ser cuidadosamente estudiado y evitado por la próxima administración. La paz del posconflicto, para que sea duradera y estable, deberá ir cerrando la brecha social y económica no solo entre los que tienen y lo que nada poseen, sino entre los que saben y todo lo ignoran. En anteriores comentarios hemos hablado repetidamente sobre como el eje central de nuestro desarrollo deben ser las tecnologías de la información y de las comunicaciones, TIC. Pues bien ese eje debe ser reforzado al máximo con la capacitación de nuestros recursos humanos. Es la mejor forma para disminuir la delincuencia y la descomposición social.
Adenda
Necesitamos conformar un gran propósito nacional que tenga como norte a una Colombia bien conectada y mejor capacitada.