En momentos en que nuestra profesión, el más bello de los oficios, está bajo fuego y muy cuestionado en muchos frentes, una figura de la talla de Darío Arizmendi Posada, anuncia su retiro tras cincuenta años de éxitos profesionales.
Perteneciente a una noble familia antioqueña -su hermano fue Octavio Arismendi Posada, un ilustre político conservador-, Darío, a secas, como le dicen sus amigos, se ha caracterizado por su seriedad, su don de gentes y su gran capacidad intelectual. Aunque se ha desempeñado en varios medios, la radio y en especial Caracol, han sido su ámbito natural.
Amigo del debate de altura, su gran rigurosidad informativa y su respeto por la opinión ajena, lo hizo destacarse en una profesión muy inclinada a la hipérbole y al despropósito. Parte de esa parábola vital ha sido la gran estima y respeto que ha sentido por sus amigos y la fidelidad a toda prueba de sus numerosas y confiables fuentes.
Sus finos modales y la elegancia de su trato han acompañado desde siempre todos sus empeños. Frente al micrófono jamás ha pedido su postura y compostura, por críticos que fueran los acontecimientos.
Ha laborado muy de cerca con íconos emblemáticos del quehacer noticioso como han sido Juan Gossaín y Yamid Amat. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que ha sido un riguroso notario de gran parte de la vida nacional en estos últimos lustros. Vale la pena recalcar que ha sido un producto singular de la Academia, como alumno de la Universidad de Navarra y profesor de la Bolivariana de Medellín.
Su "Feliz amanecer para todos los oyentes" nos acompaña cotidianamente desde primeras horas del día y es prenda de garantía de buena información para el resto de la jornada. Esperamos que su anunciado retiro sea un simple "hasta luego", para quienes nos hemos acostumbrado a que sea él quien nos reporte "en vivo y en directo".
Y hablando de debates, pero esta vez desde España, hemos seguido de cerca el proceso electoral de ese país que finaliza mañana domingo.
En medio de una avalancha de campañas de desinformación y de cara a un todavía muy indeciso electorado, se han realizado dos debates en la red gubernamental de radio y televisión. Cuatro son los aspirantes, todos ellos muy jóvenes y pertenecientes a la generación post franquista.
El primero de ellos y gran favorito, aunque necesitado de coaliciones, es Pedro Sánchez, actual presidente del gobierno. Perteneciente al partido socialista, cruza mandobles con Pablo Casado del Partido Popular, Albert Rivera de Ciudadanos y Pablo Iglesias, de Podemos.
Sin embargo esas confrontaciones no han permitido conocer en profundidad sus programas y promesas.
La situación no es nada fácil. Aunque el país ha venido recuperándose económicamente de la postración que sufrió la década anterior, existen más de tres y medio millones de "parados", como se les dice a los desempleados. Y las convulsiones que por estos tiempos sufre la Comunidad Europea en muy poco contribuyen a despejar el panorama.
Volviendo a los debates, ellos fueron más espectáculo circense que controversia fructífera.
Para muchos Rivera fue el ganador porque supo ser el más efectista y el que sacó mejor provecho de los traspiés de sus adversarios. Su gran logro lo obtuvo cuando desenrolló un pliego de papel muy extenso en el que, según sus propias palabras, estaban consignados, con nombres y apellidos, todos los dirigentes socialistas comprometidos en actos de corrupción. Denuncias en la que se apoyó para solicitarle reiteradamente la renuncia a Sánchez.