La encuesta Pulso País, de Datexco, no deja títere con cabeza. Los datos son muy duros para el gobierno y las instituciones. Del desprestigio que reflejan se salvan el Ejército y la Armada. Hasta el Banco de la República sale con moretones. Los medios, jueces implacables de los demás, están pasando por una gran crisis de credibilidad. Los partidos, medidos en conjunto, parece que tienen cerrada la puerta de su militancia. Ningún candidato alcanza a sobreaguar en el mar agitado de la opinión pública de hoy.
Sergio Fajardo ha estado horadando a cada paso su propia candidatura. Regresó a la escena como un aspirante con suficiente fuerza para medirse en la próxima competencia presidencial. Y, empezó a tropezarse con sus dubitaciones. Permitió que los Verdes lo desconsideraran. Le dijeron: haga cola, que usted no es de los nuestros. En esa decisión está el origen del mundo opaco que viven ahora los Verdes.
Le tocó, entonces, buscar el paraguas de Robledo, De la Calle y Cristo, y participar de una danza triste, sin espectadores y sin aplausos. Le haría bien al país que Sergio regresara a la candidatura sólida que surge de la experiencia y de su vida intachable. Juan Manuel Galán empieza a hacerse sentir y puede alzar vuelo si se le reconoce personería jurídica al Nuevo Liberalismo. Tiene menos enemigos de los que se imagina y debería cuidarse de las improvisaciones y del angelismo de algunas propuestas. La saga heroica de Luis Carlos Galán puede que aún no haya terminado.
Por otra parte, los estudios de opinión le dan la razón al profesor Cepeda Ulloa, quién habló en este diario de la desconexión entre nuestros dirigentes y las necesidades populares. Retrató la crisis de la política, el desencanto con todos los partidos. “Todo el mundo está perplejo…nadie hace nada, ni siquiera opinan”, afirma con agudeza.
Este último fenómeno es el más preocupante. Lo hemos denunciado con insistencia. Los hombres de la democracia no han asimilado el actual escenario y pretenden ir a las elecciones con las armas clientelistas de siempre. Se están intentando algunas reformitas, como bajar el sueldo a los congresistas y obligarlos a estar sesionando más tiempo. Pero, el maquillaje no es la manera de enfrentar una situación tan compleja.
Estamos en un mundo convulso en el cual la clase media se ha empobrecido, las familias vulnerables sólo comen dos veces al día, si no es una sola vez. El desempleo está en el 20%, los jóvenes salen a buscar futuro y se encuentran con la incomprensión que los lanza a la turba subversiva, organizada y financiada por el narcotráfico. Sin embargo, dieron un espectáculo admirable el pasado 15 de mayo: movilizaciones con música y teatro, banderas desplegadas entre el amor y la amistad, decisión de marchar sin violencias. Comprendieron que la anarquía nunca ha existido como sistema político. Ahora, no sabemos si ya fueron incorporados a la búsqueda de soluciones.
En fin, cuando por la pandemia y la violencia de la revuelta callejera afloraron la insuficiencia institucional y el aumento de la fractura social, cuando el pesimismo es un sentimiento generalizado, cuando el pueblo considera (71%) que el proceso de paz no condujo a la paz, es decir, cuando todas las utopías se estrellaron contra la dura realidad, es la hora de cancelar las agresiones y de olvidarse de soluciones fáciles.
Es la hora de dar grandes pasos para derrotar las injusticias de las actuales estructuras sociales. Llegó el momento histórico para que el presidente Duque convoque a la nación a que lo acompañe a entregar al Congreso, el próximo 20 de julio, la Gran Reforma Social de Colombia.