La revista “The Economist”, que ha venido publicando una serie de excelentes informes con motivo de la pandemia, pronostica que al final del año 2020 los países en su conjunto llegarán a acumular deuda pública (como proporción del PIB ) equivalente al 122%. Y que el déficit fiscal mundial equivaldrá al 11% del PIB colectivo.
Estas cifras lo que nos está recordando es que la crisis actual llevará a los países- incluido el nuestro por supuesto- a utilizar el endeudamiento público como instrumento preeminente para obtener los recursos necesarios para financiar los programas de gasto público que la pandemia reclama.
Y no es raro que así acontezca. Es lo que ha sucedido siempre que un país, individualmente considerado, afronta una crisis mayúscula como la que estamos enfrentando. Crisis que reclama una actuación más rotunda de los Estados que aquella que se esperaría en épocas de normalidad.
Este es un fenómeno que se ha acentuado a partir del siglo XX cuando las responsabilidades del Estado se ensanchan; y cuando se afianzan en todas las Constituciones las responsabilidades gubernamentales en lo atinente a la seguridad social y al empleo.
No siempre fue así. En el siglo XIX el papel del Estado en el conjunto de la economía era mucho más discreto. Las guerras se ganaban (como sucedió casi siempre en Colombia en la triste historia de nuestras guerras civiles) por quien controlaba la imprenta para emitir papel moneda y las aduanas.
Por el contrario: cuando los mercados de capitales se desarrollaron y los mecanismos del crédito público se sofisticaron a finales del siglo XIX, las guerras se empezaron a financiar no tanto con la maquinita de emisión sino con endeudamiento público.
Una vez pasada la guerra o la emergencia, los Estados modernos empiezan a disminuir sus niveles de endeudamiento y a recoger parte al menos de la deuda contraída con más tributación; con algo de inflación (que licúa las deudas viejas); y ante todo con el buen crecimiento económico que suceden a las vacas flacas de las pandemias o de las guerras.
Lo que sucedió con la segunda guerra mundial -que las potencias aliadas ganaron básicamente elevando sus niveles de endeudamiento- es muy aleccionador. En el punto más alto de la guerra, el gobierno de los Estados Unidos llegó a acumular deuda pública equivalente al 112% del PIB y el Reino Unido al 259%. El 1980, la deuda pública del gobierno norteamericano como proporción del tamaño de su economía se había reducido al 60% y en el Reino Unido al 43%.
Este es el ciclo constante de las finanzas públicas, que tanto en Colombia como en el resto del mundo estamos iniciando con la pandemia. Naturalmente cada país guarda sus peculiaridades puesto que existen diferencias en la capacidad fiscal de cada quien. De allí que el tamaño relativo de las ayudas contra cíclicas sean distintas entre países: los más ricos pueden ayudar proporcionalmente más a los desvalidos y afectados que los más pobres.
Pero el patrón es el mismo: la primera oleada de necesidades se atiende con más endeudamiento estatal. Y luego, cuando las aguas vuelven a orillas más tranquilas y el crecimiento económico se reencuentra, disminuyen los niveles de la deuda pública y se recurre en mayor proporción a las fuentes tributarias y al dinamismo del crecimiento.
Este patrón empieza a “perfilarse” también en Colombia, para utilizar un verbo de moda .Ya se autorizó por parte de la comisión de la regla fiscal un incremento del nivel de endeudamiento del 2,2% del PIB al 6,1%. Esto, como lo analicé en artículo anterior, significará en plata blanca un aumento del endeudamiento del gobierno central en cerca de 53 billones de pesos. Y puede ser mayor.
Los detalles de toda esta gran ecuación financiera los conoceremos cuando se divulgue el nuevo Marco Fiscal de mediano plazo (MFMP) en junio, en el que se está trabajando según ha informado el Ministro de Hacienda.
Y luego, siguiendo la senda que marca la historia de manera constante, cuando pase la pandemia y sobre todo cuando se superen sus devastadores efectos sobre el crecimiento económico y el empleo, la deuda pública se hará discretamente a un lado para dejar el puesto protagónico en el escenario de la hacienda pública a los impuestos.