El joven presidente de Chile, Gabriel Boric, ha dado declaraciones para la D.W. alemana, en la que lamenta la debilidad de las instituciones de Venezuela, y el estilo pendenciero de su gobierno.
En Colombia un humorista dice que Paraguachón, el corregimiento y comunidad ubicada a 8 km al oriente de Maicao, municipio al que pertenece, es de Maduro.
Pero en efecto, Boric resaltó esa debilidad en su entrevista europea, y dijo que en lo que quedaba de sus dos años de gobierno, dejará a Chile con unas instituciones aún más fuertes. Añadiendo que los presidentes son pasajeros, que son las instituciones las que perduran.
Sin decirlo y como en un billar a tres bandas, destacó así también, acaso sin quererlo, su diferencia de estilo con el presidente de Colombia, quien solo se refiere a las instituciones como impedimentos. O incluso como coartada de sus fracasos, sin resaltar su obvia necesidad.
Ahora bien, Chile tiene un gobierno apoyado en partidos históricos sólidos, en contraste con el actual ejecutivo colombiano que se sostiene con un conjunto diverso y contradictorio de grupos y matices, algunos de los cuales ya se han demarcado del oficialismo, apenas en la mitad del mandato.
El lenguaje de las instituciones es el de las leyes, así no se compartan. El adagio sostiene que toda sociedad requiere de una autoridad, que no necesita tener razón para ser obedecida. Hasta ahora no ha sido desmentido. Los fallos, las sentencias, tienen esa fuerza. Y en el caso colombiano y en el chileno se debaten en las cámaras, en los medios, en las plazas, con relativa libertad de opinión. Aun si los principales medios son privados y defienden sus intereses, y la de sus propietarios.
El estilo del presidente Gustavo Petro se forjó en la denuncia contra el paramilitarismo rampante durante el régimen de Álvaro Uribe Vélez, el asesinato de más de seis mil colombianos inocentes pesaba y pesa en la consciencia nacional. En esos debates recibió información del gobierno estadounidense, que llevó a la cárcel a múltiples autores del crimen que sí, es histórico. Pues no hay noticias en el hemisferio de una matanza en esa escala (durante el gobierno de Pinochet fueron muertas cerca de tres mil opositores). Petro fue como alcalde de Bogotá y luego como presidente, el vocero de un acallado sentimiento social.
Hacer oposición resulta más fácil que gobernar una nación tan compleja como la colombiana. Petro verbaliza con mayor facilidad y facundia que ejecutar y administrar con destreza.
Ahora uno de los gremios que lo sustentaron, el magisterio, realiza paros por el detrimento de su sistema de salud. Los profesores quieren relevar a la junta directiva del sindicato, progobiernista, que les arruinó ese esencial servicio. Y con ese botón de muestra el gobierno cree prudente reformar todo el sistema de salud.
En el caso de la grave sequía de la Guajira, el gobernante se desplazó allí y prometió con gran propaganda llevarles agua. La promesa en efecto hizo agua: terminó en un escandaloso peculado. Es el viejo estilo.