“Qué cerquita de Dios te levantaron ¡Oh Manizales lirica, oh Manizales clara! Monacal y taurina al mismo tiempo, redondel y campanas”, escribió sublimemente Manuel Benítez Carrasco, un poeta español de corte romántico, que conoció la “Ciudad de las Puertas Abiertas” por los años 50’s, sin siquiera imaginar que 70 años después, gracias al advenimiento de una clase política corrupta y mediocre (donde reina el malhechor pacoreño Mario Castaño) ese redondel magnífico se convertiría en circo barato de pueblo; mucho menos imaginaría que un alcalde arlequín, con aires de bufón, Carlos Mario Marín, del Partido Alianza Verde (el mismo del tristemente célebre alcalde Ospina, de Cali), y quien sí anda por las nubes (en efecto, tuvo un reconocimiento internacional en México por su tesis de grado “Manizales, la ciudad del mundo que se mueve por el aire”) diera en rubricar un memorando de acuerdo con la República -inexistente- de Liberland, dizque para capacitar a jóvenes parroquianos en el idioma inglés.
Al conocer al personaje, gracias a Pregunta Yamid -quien por fin soltó al senador Bolívar, cansado de hacerle tanta publicidad- y al escucharlo, comenté en redes el entuerto y al punto escribió mi amigo e historiador conservador Germán Medida Franco “¡Qué bajo ha caído Manizales! Aquilino, Silvio, Alzate, Londoño y Londoño y tantos otros grandes deben estar revolcándose en la tumba”. Y no es para menos. Otros contertulios, entre ellos Álvaro Ramírez González, también paisano, ya había escrito su habitual -y muy leída- columna virtual sobre el tema, trayendo a colación el famoso affaire del “Embajador de la India”, esa comedia pintoresca y vergonzosa rodada en Neiva en 1962, cuando otro ilustre arlequín, seminarista en ciernes, haciéndose pasar por el Embajador en nuestra “Patria Boba” de esa nación asiática (con la cual no existían aún relaciones diplomáticas) fue alojado a manteles por tres días en el ya famoso Hotel Plaza siendo atendido, cual héroe, por las autoridades civiles, militares y eclesiásticas y hasta por las más ilustres matronas que querían matrimoniar a sus doncellas con el muy soltero e importante diplomático.
Hasta que toda la torre de mentiras se derrumbó en la vida de Jaime Torres, el impostor de marras, pues cuando le ofrecían tremenda fiesta en el Batallón, uno de sus condiscípulos del seminario, por allí metido de casualidad, lo reconoció y le gritó: ¡Hola, Jaime, usted qué
diablos hace por acá! Y, para hacer corta la historia larga, señores y señoras, le tocó al distinguido jurista y político liberal, Guillermo Plazas Alcid (ex parlamentario, ex ministro, ex embajador ante la URSS) constituirse en su defensor de oficio para liberarlo de la bien merecida “cana” que se le auguraba, por embustero. Y tremenda película se fajaron, por allá en los 80s, con la actuación magistral de Hugo Gómez, quien hace el personaje de Leonidas en la serie de TV “Nuevo rico, nuevo pobre”.
Post-it. Cómo pasa el tiempo. Ya tres décadas desque que mi sobrino Fran, entrando al mercado laboral en la Perla del Otún, sucumbió ante el ofrecimiento del “sueño de la Perla del Sinú” y allá fue a dar, ilusionado, pero al tercer día justificó su renuncia irrevocable con argumentos irrefutables: “Con este calor tan salvaje, prefiero en Pereira pobrón que en Montería ricón”.