Con el grave suceso que tuvo lugar en el Parque de la 93, el jueves 21 de febrero, se ratifica que el país en general y la capital Bogotá, están bajo un orden criminal. Secuestros sicariato, robos masivos o selectivos en establecimientos públicos y modalidades viejas y nuevas de extorsión, hacen que se vuelva casi invivible la ciudad y el país en general. Todo esto sumado a las suicidas decisiones del gobierno, sin duda con toda la mala intención, que han ido destruyendo las políticas públicas que algo de bien tenían. Al igual, la recesión económica y la guerra que el gobierno le propone a todas las instituciones que intentan darle un tatequieto, más las reformas que van en contra de Colombia y de los colombianos, nos piden a gritos que haya un pronto cambio.
El asesinato brutal del empresario Hernán Roberto Franco Charry demuestra que no es suficiente tener seguridad privada, carros o camionetas blindadas, guardias de seguridad en los edificios, etc., ya que, no hay ni sensación de seguridad ni seguridad real. Pareciera que estas son una quimera, estando en Bogotá y en Colombia.
No hay mejoras, o, las mejoras que hubo en materia de seguridad dejaron de existir, a raíz de la desmejora de las instituciones que deberían proveer la seguridad a los colombianos.
Los atracos masivos o que exponen de forma masiva a las personas, como en el caso de los que se han presenciado en restaurantes, cafeterías y panaderías en la capital, son un hecho alarmante sin duda. Además, la mala reacción y poca efectividad de la policía dejan casi que toda responsabilidad en la seguridad privada, que muchas veces no está ni armada, y que a la final, no son policías ni militares, sino guardias de seguridad o escoltas.
Las bandas criminales que se han forjado día a día a lo largo de Bogotá y de Colombia, que no son más que terroristas, criminales y bandidos que se han reciclado en el crimen y en el terror, luego de haber pertenecido a organizaciones tan repugnantes como la Farc y el sinnúmero de bandas criminales que con el tiempo se han formado, disuelto y vuelto a formar.
Militarizar a Bogotá es una opción razonable, aunque a la larga inviable por varios factores; sin embargo, de momento sería una medida sensata y realizable.
De igual forma, los secuestros y las extorsiones que van de crecida en pequeñas ciudades, en barrios populares, en pueblos, y por supuesto también en las grandes ciudades es de verdad una situación indignante para los colombianos.
Y es que, por parte del gobierno y de las autoridades no se está adelantando un plan efectivo en seguridad. Además, los desmanes propiciados por los simpatizantes del gobierno, que han sido permitidos, ya a niveles inconstitucionales, como el intento de ataque a la Corte Suprema y a sus magistrados. Desmanes en contra de la democracia y de la división de poderes, en un momento en el que el presidente busca tener una fiscal marioneta, tal como ya tiene a distintos funcionarios públicos haciendo de títeres en su circo.
Habrá que esperar que se haga algo de justicia por el vil asesinato del empresario Franco a manos de un desalmado y deslucido sicario. Hay que exigir justicia para que no termine siendo una utopía más en el macondo, al cual el paria que “dirige” al país pretende prorrogar hasta la perfidia. Sin seguridad en ninguno de sus sentidos, se prevé una Colombia trashumante.
Twitter: @rosenthaaldavid