Pasadas las contiendas electorales, en las que los aspirantes a gobernar piensan tantas veces más en lo que halaga a las gentes que en lo que sirve efectivamente al país, o se dedican, con razón o sin ellas, a criticar y minusvalorar a los adversarios o sus propuestas, es preciso aterrizar. Sin miras electorales es necesario pensar en cuanto más sirva a la Nación, y la lleve, efectivamente, por caminos de armonía, de superación y paz debidamente fundamentada.
En medio del ajetreo político, las confesiones religiosas de gran altura, comenzando por la católica aprovechando necesario reposos postelectoral, buscan con máximo deseo de bien de dar su aporte, con invitación a la cordura y a abrirle paso a principios básicos que permitan avances sin quebrantos ni extravíos. Es allí en donde la Iglesia de Cristo, que ha prestado tantos aportes al mundo a través de los siglos, en lo cultural, en lo social, en la atención a los más necesitados, y en apoyo a planes de probado progreso, con el fuego vivificante de la verdad evangélica, lleva a fecunda reflexión sobre cómo contribuir al bien general, sin buscar predominio sino efectivo servicio.
Tantas veces los dirigentes de miras solamente políticas con afán de dominio, echan mano de elementos religiosos ofreciendo superficiales beneficios a las gentes en busca de apoyo, pero, apenas tienen algún margen, o piensan con ello halagar a los seguidores, ostentas ideologías que aparecen de moda en el mundo. Tratan éstos de imponer estilos y costumbres contrarias a la fe, señalando los firmes principios como “anticuados”, y ostentas sus dañinas tesis, y aun ateísmo, como algo de “avanzada”. “Pan y Catecismo”, fue cuanto proclamó como necesario para el país el gran ciudadano Alberto Lleras Camargo, algo de evidente beneficio, pero que grupos fanáticos de ilimitado liberacionismo, que son ciertamente pequeñas minorías, tratan de volver la espalda a esos ideales, realmente benéficos. También, con manifiesto engaño, proclaman que tenemos una “Constitución Laica”, con rechazo frenético a esa realidad que reconocen las mayorías, lo que hizo llamas, con nobleza y sinceridad a López Michelsen: “hecho católico y cristiano”.
Pensando en ponderado y eficaz aporte a Colombia, propiciando tareas por encima de propuestas partidista, y con llamado a superar imposiciones de rutas encaminadas a soluciones sin pleno sentido nacional, la Conferencia Episcopal de nuestro país ha ido estudiando la manera de reforzar su labor en estamentos y estilos de evangelización que den el aporte que necesita nuestro ferviente pueblo. Temas de Asambleas Plenarias del Episcopado, en estos dos últimos años, han sido la “parroquia” y los “Movimientos Eclesiales”, que unidos a ellas la vitalizan, le dan reviviscencia espiritual y dinamizan el apostolado en múltiples frentes, suscitando entusiastas colaboradores y concretas obras con proyección hacia valiosos servicios. Católico-Cristianos, con profundo cultivo de su fe y vida a la luz de ella, son aporte de inmenso valor a un país de tantos recursos y gentes excelentes, que debe ser alejado de odios, resentimientos y rencores, y puesto a trabajar cultivo verdadero del bien de la Patria (Continuará).