“El fantasma de la inestabilidad democrática recorre América Latina. En medio de déficits de pobreza, la precaria gobernabilidad es presa fácil para el populismo”. Esta frase de mi libro “La democracia es eficaz” (2015), se me vino a la memoria leyendo las páginas de “Sin miedo” (Penguin Colombia, 2024), de Fernando Carrillo Flórez. Con idioma elocuente y moderno se pasea por los avatares de nuestros países en un denso análisis de los complejos problemas que enfrentan.
Ha sido Carrillo protagonista destacado en momentos decisivos de nuestra historia reciente. La Séptima Papeleta, cuyo proceso narra con pasión, abrió el camino hacia la Constitución de 1.991, modernizó la democracia y creó gran esperanza en la ciudadanía. Como toda obra humana no está exenta de errores. Por ejemplo, la circunscripción nacional para el Senado, que no existe en ninguna democracia del mundo, y que ha sido un camino empedrado hacia la plutocracia política. Pasados más de 30 años se hace necesario reparar sus roturas y reinterpretar su mensaje desde el pensamiento del siglo XXI. Si, con la Séptima Papeleta nació una nueva edad de la política colombiana. Y Carrillo fue su principal gestor.
“Este libro es un llamado urgente a la población a defender la democracia, que es la única capaz de garantizar la superación de las seis trampas del desarrollo de la región latinoamericana: baja productividad, creciente violencia, desigualdad crónica, debilidad de las instituciones, amenaza del cambio climático y profunda brecha digital” (pág. 22). Ese reclamo a la lucha por la democracia refleja las preocupaciones del presente de la sociedad colombiana. El proyecto de democracia hace parte del contraste entre lo que la democracia es y lo que queremos que sea: Un sistema de gobierno capaz de resolver los problemas de la gente, es decir, una democracia eficaz.
Carrillo postula la democracia deliberativa como una opción que se opone a la confrontación estéril y se enfrenta a la tendencia totalitaria del poder. Por encima de los “apellidos de la democracia”, Carrillo pide muy acertadamente la Promoción De Liderazgos Éticos, “que promuevan la integridad, la honradez, la transparencia y la rendición de cuentas como principios imperantes para el ejercicio del liderazgo en la sociedad”.
Él mismo es un ejemplo del dirigente alerta y consciente de que nuestra insuficiencia institucional contribuye al crecimiento de las desigualdades y es campo feraz para el imperio de la corrupción a todos los niveles de la administración pública, y con la venia del sector privado. El Rendimiento de Cuentas podría convertirse en el día más importante para que la ciudadanía se entere de la ejecución presupuestal. Basado en los Tribunales de Cuentas europeos propuse en 1.993 que se estableciera en Colombia una Corte de Cuentas, en reemplazo de ese aparato burocrático centralizado y paquidérmico que es la Contraloría General de la República.
Carrillo nos recuerda que el 15 de diciembre de 1989 se hundió la Reforma Constitucional que el gobierno Barco impulsaba. Me correspondió desde la Comisión Primera del Senado asumir la vocería del Partido Conservador. Llegamos pronto a acuerdos con el ministro Gaviria basados en los proyectos del gobierno y del partido. Teníamos asegurada las mayorías en la Comisión 1ra. Desde la presidencia de la Cámara Norberto Morales lanzó el torpedo de un referendo para impedir la extradición de nacionales. El objetivo principal de Morales era hundir la reforma porque contemplaba la Contraloría para el principal partido de oposición. Esa interpretación la compartimos con el expresidente Gaviria. Pero surge la gran paradoja: la Constituyente revocó al Congreso y prohibió La Extradición, sumisa a las exigencias de Pablo Escobar. Un humo negro se esparcía por entre las curules de los constituyentes.
En fin, el libro de Carrillo está lleno de ideas, propuestas, análisis que llegan en un momento difícil de la democracia. ¿Cuánta desigualdad aguanta la democracia?, se pregunta. Ya habíamos preguntado varias veces ¿cuánta pobreza aguanta la democracia? ¡Se abre el debate! Y aplausos, Fernando.