40 años han transcurrido desde que el país hubiese presenciado por primera vez lo que era vivir con el manto de duda de una elección por supuesto fraude. Era la campaña a la presidencia entre el conservador Misael Pastrana B. y el general Gustavo Rojas Pinilla.
La fecha histórica, 19 de abril de 1970, de allí parte el nombre además y las consecuencias de uno de los grupos que por esos hechos se organizaron y que trataron por las armas de doblegar a nuestro país, grupo que hoy está ad portas de poder llegar a gobernar la nación con uno de sus otrora miembros y fuerte aspirante a ser presidente.
Tanto tiempo ya y aún no logramos que el ciudadano tenga confianza en el sistema electoral, cada elección que se realiza en este país, tiene el sello posterior de la duda y la sentencia general que en esas elecciones hubo fraude.
Es por eso que el desinterés ciudadano a participar en las elecciones se torna más común de lo que se esperaría, datos constantes de suplantación de votos, tarjetas con tachones y mal sumadas, la lentitud en la entrega de datos y la popular creencia que quien escruta es quien elige, son el pan de cada día en nuestras elecciones y la constante carga argumentativa para deslegitimar al elegido.
En las pasadas elecciones del 13 de marzo, el manto de duda arropó nuevamente el proceso electoral y, por primera vez en la historia, son bandos contrapuestos los que hablan del fraude.
El primero en hacerlo fue el Pacto Histórico, que al momento del escrutinio y amparado en denuncias de irregularidades en el preconteo, recuperó tres curules al Senado, lo cual a su vez generó dudas en partidos de centro y derecha, pues al decir de estos no es viable que una organización política aumente 400 mil votos en cuatro días cosa que, según explica el señor Registrador Nacional, si es posible.
Lo cierto del caso es que una vez más a las partes les quedó la sensación que la voluntad popular fue adulterada. No obstante las inversiones que se han realizado al proceso del sistema electoral en los últimos años y la implementación de la tecnología a cada momento del proceso, la desconfianza del ciudadano político y, por supuesto del elector, cada día es más evidente y en cualquier corrillo la palabra fraude en las elecciones es la que está de moda.
Esperemos que en un lenguaje al ciudadano y no mediante ruedas de prensa acartonadas se explique dónde estuvo el error y quién fue el responsable porque solo de esa manera alguien del común podrá entender que sucedió y si realmente su voto fue contabilizado, porque hasta el momento solo los líderes de los partidos políticos son los que están llegando a los oídos de todos los ciudadanos y al decir de éstos, estamos en medio de un proceso que pasará a la historia como fraudulento y tramposo, donde por primera vez en la historia no solo lo denuncia la oposición, sino además el partido de gobierno.