DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Agosto de 2013

Sin verdad no hay misericordia

 

Esta profunda aseveración la pronunció el cardenal de Viena, Christoph Schönborn, en su reciente visita a Bogotá para orientar la organización del III Congreso Mundial de la Misericordia que se realizará en Colombia, en agosto de 2014. El cardenal fue considerado por algunos, en el reciente cónclave como el “príncipe de los candidatos a Papa”.

Es un hombre que mira a los ojos y sin encubrimiento los pecados de los sacerdotes como la pederastia, que no teme llamar al mal por su nombre, que privilegia la verdad sobre la defensa de la imagen de fachada de la Iglesia. Impulsó la Comisión que investiga más de mil acusaciones de abusos cometidos por sacerdotes en Austria, durante 50 años, y marginó a su antecesor el cardenal Groer por acusaciones de pedofilia y,  sin embargo, como Jesús, abre los brazos de par en par para acoger a quien retorna realmente arrepentido, con una condición absoluta: la verdad. “Sin verdad no hay misericordia.”

Él mismo acompaña a personas heridas por abuso sexual. “La misericordia no es un derecho, es un don”, asegura. Misericordia para las víctimas y para los victimarios es su apostolado en la vida terrena, pero con verdad. “Si los abusadores niegan la verdad, no hay nada que hacer. Ellos deben expresar la profunda necesidad de misericordia”.

El cardenal Schönborn nos plantea la pregunta: ¿Cómo ser misericordiosos, en tres campos especialmente difíciles, como son la violencia, los abusos de los sacerdotes y la desintegración familiar? Afirma que es un desafío enorme para la Iglesia y para las personas concretas. Un desafío para la sociedad. La espiritualidad al servicio de la vida.

 Ante la pregunta que nos planteamos con frecuencia los católicos sobre si habrá también redención y misericordia en el más allá para un Bin Laden, un Pablo Escobar, un Carlos Castaño, un Manuel Marulanda y todos los grandes asesinos  de la historia de la humanidad, valdría la pena repasar el pensamiento del beato Juan Pablo II, el gran propagador de la devoción a la Divina Misericordia, cuando afirmó que el límite último a la maldad humana es la misericordia divina. Como lo explicó el postulador de la causa de canonización de Juan Pablo II, monseñor Slawomir Oder en la Catedral Primada de Bogotá: “Este principio vale para la relación entre Dios y el hombre; pero en la pequeña historia de la existencia de humana se expresa con el perdón”.

El perdón es un don, una gracia de Dios que devuelve la paz al alma de quien lo otorga, es decir, a la víctima. Sin embargo, en el terreno  práctico de la reconciliación de la sociedad colombiana, valdría la pena escuchar con atención las palabras del cardenal Schönborn, refiriéndose a los victimarios, en los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes:

“Las víctimas perdonan, pero si el perdón no es pedido es imposible… Hay una tendencia sicológica  bien conocida: abusadores que se consideran a sí mismos, como inocentes. Es una especie de esquizofrenia. Si no aceptan, si no se convierten, no hay nada que hacer”.

Esta auto purificación de la Iglesia austríaca de la mano de la verdad, la está conduciendo al perdón y  a la reconciliación, sin divorciarse de la justicia.

Nos queda para la reflexión si es posible una reconciliación con la guerrilla en Colombia sin que las víctimas y el país conozcan la verdad.