DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Septiembre de 2012

Las víctimas sí cuentan para la paz

 

¿Qué más debe sucedernos como país para que nos importe el sufrimiento de otros?

Comenzaba a consolarnos pensar que las víctimas eran visibles y tenían una ley que se ocupaba en sus derechos, como una manera de ver el vaso medio lleno y matricularnos entre los aliados de la esperanza. Pero no basta con una ley que, por lo demás, sigue en el papel mientras se estructura su compleja implementación ni con que, de vez en cuando, se relate en televisión la historia de una víctima. La tarea es mucho más larga y profunda.

Por lo pronto, el anuncio de un proceso de paz con las Farc, es un buen termómetro para medir qué tanto hemos reconocido y reinsertado a las víctimas como ciudadanos con plenos derechos, en una sociedad que se dice pluralista.

Lo escuchado nos deja perplejos.

Desde la Fundación Víctimas Visibles insistimos en que, por derecho propio, además de Gobierno, victimarios y sociedad civil, las víctimas deben tener un puesto en la mesa de diálogo para que ésta no quede coja. La razón es muy sencilla: quienes sufrieron en carne propia el horror de la violencia, son los más legitimados para otorgar perdón a nombre de la sociedad. La tragedia desgarró sus vidas y su presencia representa una verdad incontrovertible, que no puede ser escondida ni desafiada. Bastaría que permanecieran allí, en silencio, para no dejarles olvidar a los victimarios que ese horror no se puede mimetizar tras postulados justificativos, que pretextan reivindicaciones sociales. Les recuerda, también, y esto es muy importante, que para ser perdonados es necesario pedir perdón.

Y si no se confía en la dignidad y capacidad de liderazgo de las víctimas, por lo menos debería usarse una mejor estrategia política. Con una víctima sentada al frente ¿las Farc podrían afirmar que no tienen secuestrados?

A la pregunta de si incluiría a las víctimas como interlocutoras, el presidente Santos le respondió a la revista Semana: “No podemos incluir en la mesa a todos los que quieran estar. Esto se vuelve un ejército. Mucha gente quiere participar, pero en aras de la seriedad no es posible” y agregó “Una de las cosas más difíciles de buscar es el punto medio entre las víctimas que reclaman más justicia y las posibles víctimas que reclaman más paz”

Las víctimas no son ni quieren ser parte de un circo. No se están lagarteando el puesto para un espectáculo mediático. Si a quienes padecieron directamente no se les reconoce el derecho de hablar con sus victimarios, en un proceso de esta clase, entonces ¿quién lo tiene? ¿Es serio ignorarlos? ¿Justo? ¿Es sano considerarlos ciudadanos de segunda? ¿Graduarlos de minusválidos? Entre las víctimas hay líderes auténticos que deberíamos mirar como ángeles de la guarda de la sociedad. Lo que más quieren es que su historia no se repita.

Se está poniendo de moda descalificar a las víctimas, considerándolas ignorantes, incapaces y hasta peligrosas. Y a nadie parece importarle que la Ley no esté operando a plena marcha, dejándolas por ahora resarcidas sólo en el papel.

Además, no hay disyuntivas entre las víctimas que reclaman justicia y quienes piden la paz, porque el fruto de la justicia es la paz y la justicia es darle a cada uno lo que le corresponde.