Nos llegó el invierno y como todos los años, debemos enfrentar situaciones de difícil manejo. Mucho se ha aseverado sobre preparativos para las temporadas invernales y seguramente los gobernantes si toman medidas al alcance de sus posibilidades, pero con poco o nada de compromiso ciudadano, no solo en el área rural sino en el corazón de las ciudades donde los residentes no escuchan recomendaciones y mucho menos desarrollan procedimientos acordes con la amenaza, situación que nos lleva a desastres como el vivido en Rosas, Cauca, el domingo 21 de abril.
Cuando se presentan estas calamidades saltan a la palestra las responsabilidades no atendidas por las autoridades; las adversidades como deslizamientos, derrumbes, inundaciones, movimientos de tierra y otros, según expertos en el tema, son generadas por el hombre que no calcula ni respeta ciertos reglas que recomiendan prudencia en la intervención humana respecto a la conservación del suelo, el mantenimiento del cauce de ríos y otros que se escapan de mi conocimiento. Las autoridades reciben informaciones y requerimientos de diferentes instituciones que buscan mitigar o evitar tragedias como la vivida en Rosas, pero no es fácil desarrollar una estrategia, porque las comunidades son renuentes a admitir amenazas y se necesita una persuasión profunda para lograr el compromiso, que en muchas oportunidades se torna extorsivo de la parte necesitada, aspirando recibir a cambio del traslado, terrenos, viviendas y oportunidades a veces salidas de las posibilidades administrativas.
Además no son solo las autoridades municipales las rechazadas, es la misma policía y otras instituciones como bomberos, Cruz Roja y ejercito que sufren el repudio. Difícil, muy difícil el escenario y más si a la larga terminan las mismas instituciones como responsables de permitir la invasión u ocupación de esos sectores susceptibles de riesgo.
La amenaza es nacional, todos los puntos cardinales del país viven escenarios similares y la preocupación del gobierno llega hasta la primera autoridad, como lo vivimos en Rosas con la presencia del Sr. Presidente, pero no podemos esperar ni aceptar que se repitan calamidades de este talante. Urge que las comunidades sean conscientes del peligro que las acecha y acepten los paliativos que le puedan ofrecer las autoridades locales, porque cuando no existen amenazas todo es coser y cantar, nadie nota lo anormal ni el riesgo, que en últimas termina enfrentado la fuerza pública. Claro que no podemos relevar de responsabilidad a las autoridades de todo nivel, porque los planes de ordenamiento territorial, bien y oportunamente desarrollados, pueden prevenir y evitar estas eventualidades, pero como estamos en emergencia, los planes de contingencia toman valor y lo recomendable es abrir albergues, hogares de paso y destinar recursos, en tanto pasa esta dura temporada invernal, para censar y reubicar las personas que hoy están en zonas de riesgo.