Ya casi completamos cuatro meses de la aparición de la plaga siglo XXI, más conocida como coronavirus o Covid-19. Esa que tiene bajo arresto domiciliario al mundo entero. Los científicos la describen como una bola de sebo que tiembla frente al jabón y al agua, cuando los hacen pasar por las manos de un humano.
Bola de sebo viene adelantando su trabajo, reviviendo las aldeas descritas en la “Boule de suif”, del francés Guy de Maupadant, cuando reseña las hordas de soldados que se dispersaban derrotados, sin banderas, ni disciplina.
Bola de sebo, nos aterra cuando usa los medios de comunicación, las redes sociales, los gobernantes que afanosamente quieren manejar la vacuna, para elevar sus egos, mover fanáticos que los elijan, reelijan y los vuelvan invencibles.
Todos los científicos de este malogrado planeta, escudriñan por cielo y tierra las mezclas y componentes que puedan hacerle mella o asustar al Covid. Y han logrado avances importantes, que los descorazonan porque al aplicarlos, les notifican que habrá que continuar las pruebas por meses… quizás por años.
Desde otras ventanas se observan escenas que dibujan la idiosincrasia de quienes pisotean la superficie del globo que nos han prestado para habitar, mientras nos lo permitan los malos gobernantes, los pésimos gobernados y esos, cada vez más escasos, que gozan de la riqueza que les construimos.
¡Bola de sebo no descansa! Su reloj corre desenfrenadamente, como la cinta de una película en blanco y negro en procura de su proyector. Detrás, pero saltando toda suerte de obstáculos van los hombres de blanco y pacientes con tubos de ensayo, líquidos prohibidos, lentes, microscopios, contratos publicitarios, bloqueadores de redes, bodegas y “Du Brand”¨. Cada bando está en lo suyo, porque la ética solo acompaña a los primeros.
Los otros van tras lo propio, tras el lucro. Hay pérdidas que aterran más que Covid-19. Aún quedan víveres y cosas para comprar. Los precios de todo se han encaramado por encima de las nubes. Lo único que ha bajado son los salarios y el petróleo. El empleo se diezma día a día y el poco trabajo que sobrevive se aloja dentro de las casas.
Pero hay algo que merece destacarse: ¡la disciplina! Esa disposición ha permanecido y se ha acrecentado, hasta tal punto, que aún quedan en Colombia 890 municipios que con el pomposo escudo de ¨NOcovid¨, se enfrentan a la adversidad que nos trajo el coronavirus. A ninguno de ellos han podido llegar las flores secas de cementerio pobre, como retratan químicamente a la plaga. La ejemplar ¨llave Duque-Ruiz¨, con juiciosos protocolos, empiezan a reactivar a través de ellos la economía, sin mayores trastornos.
El agua, el jabón y la ciencia y la disciplina, tienen en la mira a C+ovid. ¡Con ellos, debemos enfrentar a bola de sebo!
BLANCO: El metro de Bogotá es la distancia entre dos personas que viven en la capital.
NEGRO: La impunidad frente a las chuzadas.