NECESITAMOS tomar aire, pero ningún ser humano por ínfimo que nos parezca, puede hallarse sin perspectiva de camino. Cada continente arropa sus propias esperanzas en la singularidad de la acción cooperante, lo que nos obliga a ir unidos en la diversidad, que es donde verdaderamente está el enriquecimiento de lo trazado. En consecuencia, si vital son las maneras de hacerlo para progresar en lo armónico de la unidad, también es fundamental disponer, tanto de buenos talentos como de buen talante, para no rendirse ante las dificultades y cansancios.
En realidad todos tenemos una misión responsable, que ha de configurarse a través de la palabra, hoy tan necesitada de autenticidad y trascendencia. Para empezar, desterremos las desconsideraciones con nuestros semejantes, propiciemos el amor en cada esquina con su espiritual riqueza de encuentro, atenuemos las cargas y aumentemos la disposición de ofrecernos en verdad, con admirable dedicación y fidelidad al deseo de vivir, compartiendo sueños y repartiendo prácticas coherentes con la naturaleza. Sólo así, la comunión de pulsos será posible para poder edificar el nuevo mundo, capaz de engendrar lozanas energías, levantando espacios que nos avengan, por encima de intereses perversos, casi siempre económicos.
Por desgracia, no pocos lugares del mundo viven una situación apocalíptica, ante la angustia existencial y el horizonte de una concepción irresponsable que nos deja sin corazón. Desde luego, nos merecemos otra orientación en nuestros pasos, donde impere la ecuanimidad sobre todo lo demás, lo que requiere tomar iniciativas comunes, que favorezcan un fecundo intercambio de pensamientos y actitudes, entre las muchas pluralidades que conforman a los pueblos de la tierra, para una nueva primavera del soplo humano. No olvidemos que el futuro es nuestro y nuestro deber es luchar por un mundo mejor. Por ello, es muy importante tejer redes de acompañamiento y mejorar acciones de alta formalidad, que nos permitan afrontar sin miedo el acontecer de cada jornada.
Hoy más que nunca, para que podamos conservar el planeta por el que nos movemos, hace falta un compromiso real en cuanto al desarrollo inclusivo, además de tomarnos como obligación la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad para una recuperación sostenible. De lo contrario, atesoraremos cada vez mayor ansiedad, en parte debido a una bochornosa decadencia de todos los parámetros de medición del desarrollo humano. De ahí, lo significativo de reforzar el trabajo conjunto para que la ciudadanía pueda vivir sin miedo, tanto a las carencias básicas como a la inseguridad manifiesta.
Indudablemente, si aunamos fuerzas siempre podemos evitar catástrofes. Creo que el porvenir de la humanidad radica en esa conjunción de raciocinios, donde el diálogo es clave para asegurar un mañana de quietud, muy distinto al mundo actual que se encuentra fracturado y atribulado como jamás. Son estos pequeños gestos de mano tendida y de abrazos permanentes entre diversas culturas, las que aminoran contiendas inútiles y ofrecen la esperanza de un renacer más ecuánime, sin tanta degradación moral. Por consiguiente, es necesario un esfuerzo perseverante de transformación que enderece la ruta humanitaria, haciendo una tierra más habitable y una sociedad más sensible con el respeto hacia todo y el acercamiento entre semejantes.
Si en los derechos humanos hallamos la prevención hacia tantos desordenes que nos desestabilizan, en nuestra oportuna disposición está el sobreponernos, regenerarnos y tener confianza, más allá de todos los acondicionamientos indignos y doctrinarios que nos hayan injertado en vena. Es público y notorio, que nada es invencible con un ánimo solidario y unas alianzas más consistentes, pues si valioso es una reconversión laboral a favor de la pujante economía verde, más lúcido es llenar nuestras miradas con horizontes de paz.