Cuenta la Biblia que Abrahán tuvo dos hijos, Ismael con una esclava egipcia llamada Agar, e Isaac con su legítima esposa, Sara. A ambos Dios les prometió abundante descendencia. Sus descendientes, árabes y judíos respectivamente, se autodenominan “hijos de la promesa”.
Abrahán nació en Ur de Caldea, situada en la cuenca del Tigris y el Éufrates. En Génesis se narra que el Señor promete darle “todo el país de Canaán en posesión perpetua”. Canaán era una zona situada entre el Mediterráneo y el Jordán llegando hasta Jordania y el sur de Siria y Líbano. Los ocupantes romanos le cambiaron en nombre por Palestina, nombre derivado de los filisteos, un pueblo que, junto con amorreos, fenicios y los propios hebreos ocuparon la región.
Los judíos hijos de Jacob fueron a parar a Egipto cuando los hermanos de José lo vendieron a mercaderes ismaelitas. Fueron esclavizados y de allí salieron 200 años más tarde al mando de Moisés a conquistar la tierra prometida. Gastaron cuarenta años por el desierto caminando un trayecto que aún en aquella época era de pocas semanas. Como se adentraron en una zona ocupada tuvieron siempre como enemigos a los habitantes nativos, y desde entonces han sufrido ocupaciones y deportaciones a lo largo de la historia.
Hacia 619 d.C. Mahoma fundó el Islam. Los musulmanes tomaron Jerusalén en 638. Entre 1100 y 1300 se lanzaron las Cruzadas para reconquistarla. En 1517 llegaron los otomanos que ocuparon Palestina durante cuatro siglos hasta la Primera Guerra Mundial, cuando la región quedó bajo mandato de la Sociedad de Naciones en manos británicas.
En noviembre de 1917, el primer ministro británico Balfour hizo una declaración en la que propuso “el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío … sin perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina.”
El mandato británico terminó cuando la ONU en 1947, por solicitud británica y ante la inmensa migración judía desde Europa, partió Palestina en dos Estados, uno palestino y otro judío mucho más pequeño. dejando Jerusalén y Belén bajo control internacional. Cuando los británicos se retiraron los árabes atacaron masivamente a Israel. El conflicto terminó por los Acuerdos de Armisticio (1949) que fijaron diversas líneas limítrofes que dejaron la Franja de Gaza en poder de Egipto, y Cisjordania y Jerusalén-este en manos de Jordania, todo lo cual cambió luego de la Guerra de los Seis Días en 1967 y las reconquistas israelíes.
En presencia de Yaser Arafat (OLP) e Isaac Rabin (Israel), se firmaron en 1993 los Acuerdos de Oslo en los que ambas partes aceptaron la existencia de un Estado palestino y otro israelí, pero quedó pendiente el tema de Jerusalén que empezó a resolverse cuando Palestina fijó su capital en Jerusalén-este pero dejó la administración en Ramallah e Israel trasladó su administración de Tel Aviv a Jerusalén oeste, un statu quo de facto.
Todo se cayó cuando en 2006 el grupo terrorista Hamás tomó las riendas de Gaza, confinó al Estado de Palestina a Cisjordania y declaró la guerra a muerte a Israel.
Hay dos Estados en Palestina, aceptados casi universalmente, y la retoma de Gaza no cambia nada porque regresará a manos del Estado de Palestina y no de Israel, que no querrá hacerse cargo de la reconstrucción ni de los más de dos millones de musulmanes que la habitan. Si el statu quo de Jerusalén se acepta y se logran eliminar el extremismo islámico (el acuerdo con Arabia Saudita ayudaría mucho) y controlar la ultraderecha israelí, quizá la paz retorne a la región de manera definitiva.