‘Drogadicto y loco’ | El Nuevo Siglo
Viernes, 28 de Febrero de 2025

Cuando el poder se ejerce bajo la premisa del ‘todo vale’, se desdibujan los límites, los valores y hasta la vergüenza. Desde que Gustavo Petro asumió la presidencia de la República, Colombia ha experimentado un deterioro institucional sin precedentes. Lo que comenzó mal no ha dejado de empeorar, superando límites insospechados. En 31 meses de la peor administración de su historia, el país ha sido testigo de una debacle que, si continúa, podría arrasar con lo que queda en los 17 meses restantes. La corrupción, que antes surgía esporádicamente, se ha convertido en un escándalo diario. 

El espectáculo circense que presenció la nación a través de la televisión, cuando Petro decidió abrir la ‘caja de Pandora’ de su gabinete, confirmó lo que ya era un secreto a voces: el caos y la desorganización reinan en su administración. La ciudadanía, atónita y preocupada, comprobó en manos de quiénes está el país. La comunidad internacional tampoco fue ajena al bochornoso episodio. 

El gabinete de Petro es el reflejo de su desgobierno: inestabilidad, inexperiencia, incapacidad, politiquería, desorden e improvisación. Y dentro de ese grupo se destaca una de las figuras más nefastas de la política colombiana: Armando Benedetti. Este personaje ha transitado por múltiples partidos y gobiernos. Hoy, sin duda, es el funcionario más influyente de Petro, quien lo ha empoderado hasta convertirlo en una especie de titiritero mayor, con la facultad de poner y quitar ministros. 

El verdadero origen del poder de Benedetti sigue siendo un misterio. Muchos sostienen que es el guardián de secretos comprometedores, teoría reforzada por la filtración de los explosivos audios publicados por la revista Semana. En ellos, el hoy ministro insultaba a su colega Laura Sarabia y confesaba haber conseguido $15 mil millones para la campaña de Petro, advirtiendo que, si hablaba, todos -incluido el mandatario- terminarían en la cárcel. 

Su historial es escandaloso. Salió de la embajada en Venezuela, según versiones, por petición del dictador Nicolás Maduro. Luego lo enviaron a Roma como embajador ante la FAO, donde su gestión fue irrelevante, salvo por el escándalo de maltrato a su esposa. Posteriormente, fue nombrado jefe de Gabinete en la Casa de Nariño, y ahora ocupa la cartera del Interior, donde su mayor mérito ha sido protagonizar nuevos escándalos. 

Durante la campaña, los petristas lo toleraban porque hacía el trabajo sucio que beneficiaba al candidato. Pero en el gobierno, su presencia se ha vuelto indefendible. Sin embargo, Benedetti encarna el petrismo: una fusión de politiquería y corrupción. Su nombre aparece ligado a todos los escándalos de esta administración y su prontuario es vergonzoso: siete procesos en la Corte Suprema. 

Un detalle revelador. Cuando Benedetti dejó la embajada en Caracas, el canciller Álvaro Leyva -su jefe- lo describió como “un drogadicto poco confiable”. Aun así, acto seguido lo nombró embajador ante la FAO. Más insólito aún fue escuchar a Petro, durante el sainete del consejo de ministros, llamarlo “loco”, mientras continúa entregándole altas responsabilidades. Si sus propios jefes lo describen como ‘drogadicto y loco’, resulta evidente que no son sus méritos los que le garantizan un lugar en la burocracia, sino lo que sabe y lo que calla. Si Benedetti representa la esencia del petrismo y de la izquierda enquistada en el poder, esto no es más que la confirmación del desprecio de Petro por el país que dice gobernar. 

 @ernestomaciast