Sobre la VI Cumbre de las Américas
Durante el Foro Social de la VI Cumbre de las Américas que se celebra en Cartagena, a las alturas del imponente Castillo San Felipe y del degradado Cerro de la Popa de nuestra ciudad más amada, se volvieron a debatir las condiciones de nuestro atraso secular, una de cuyas peores expresiones es la discriminación creciente que padece la población indígena supérstite de nuestra América, así dicha discriminación no esté institucionalizada y ocurra a pesar de la voluntad de los gobiernos de la región para combatirla.
Todavía nos parece escuchar el eco de las denuncias del representante de Ghana en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en 1971, cuando levantó su voz contra esa discriminación de hecho, producto de las políticas opresoras del capitalismo salvaje que, en lugar de cerrar brechas sociales las abre y con mayor profundidad, cada día.
Para Colombia, donde esa brecha social nos coloca entre los países más inequitativos del mundo, se distraen, sin embargo, grandes recursos del erario en la lucha contra la siembra de plantas alucinógenas y contra el narcotráfico, pero estimuladas esas actividades por el consumo de los países industrializados donde la adicción es creciente, según revelan estadísticas no desvirtuadas.
Por ello, la pertinencia de discutir el tema de las drogas en la VI Cumbre de las Américas y de hacerlo a profundidad, más a allá del “permiso” que el gobierno del presidente Obama otorgara para debatirlo y para poder diseñar nuevas políticas antidrogas que reemplacen a la prohibicionista y represiva, la cual, según consenso general, ha fracasado. Que Colombia haya tomado la iniciativa de llevar el tema a la Cumbre es de celebrar, porque son tantas las necesidades que en materia de inversión social e infraestructura requiere nuestro país, que seguir montado en la locomotora del Tío Sam con el fin de seguir fumigando para esterilizar nuestras tierras y estrechar nuestra frontera agrícola por la destrucción de nuestros bosques y con efectos nocivos incluso para la vida de nuestros pobladores campesinos, sería muestra de abyección intolerable. Y lo mismo se puede predicar de otros países de nuestro continente que sufren las mismas consecuencias.
Más aún: una nueva política antidrogas que desestimule el narcotráfico -actividad que le ha servido a las fuerzas subversivas colombianas para financiar la guerra de guerrillas-, abriría los caminos hacia la paz. Esa percepción seguramente la ha tenido el presidente Santos, a quien le acuñamos la frase en nuestra anterior columna, de que “no da puntadas sin dedal”. Sí. La propia guerrilla sabe que si el narcotráfico deja de ser negocio, no tendrá futuro y buscará, más temprano que tarde, sentarse a la mesa de negociaciones. ¿No es lo que está intuyendo Timochenko?
En la VI Cumbre abordarán el tema de la pobreza. “La pobreza nos hace vulnerables”, dijo el guatemalteco Edmond Mulet, alto funcionario de la ONU, en las vísperas de la Cumbre. Pero es de esperar que en esta materia haya conclusiones positivas y no simples declaraciones de inflamada retórica. Ya veremos…