Fantasías catastróficas
No todas las fantasías son como las de la clásica película de los Estudios Disney, estrenada en 1940 y relanzada en el año 2000, llenas de magia, color y música maravillosa, que nos reconcilian con la existencia. A veces nos suele suceder que los pensamientos sobre el futuro son construidos desde el pesimismo, la negación del amor, el dolor de lo que estamos viviendo o del que ya vivimos.
Es cierto que ningún aprendizaje en la vida se da como una recta ascendente sin obstáculo alguno, sino que en los procesos individuales y colectivos que tenemos como humanidad se nos plantean subidas y bajadas, picos de alegría y también valles de lágrimas. Las fantasías catastróficas nos pueden aparecer en cualquier momento, tanto en la subida como en la bajada.
Dado que el futuro es incierto, vamos jugando el juego de la vida haciendo apuestas sobre lo que puede llegar a pasar. Suelo escuchar en consulta muchas apuestas, fantasías, que se dan más desde el miedo que desde el amor: estoy muy feliz con mi pareja, pero me da miedo que se termine; me va bien en los negocios, pero asusta quebrarme; ¿y si me equivoco de carrera? ¿Qué tal que a mi hija le vaya mal con ese marido tan parecido al mío? Finalmente no sabemos si algo de esto ocurrirá, es posible que sí. Pero al pensar negativamente sobre el futuro nos estamos perdiendo de disfrutar lo que nos ofrece la vida, en presente. Nos perdemos de disfrutar la felicidad construida, la abundancia manifiesta, el entusiasmo de lo que se inicia o la alegría ajena.
Por supuesto que es necesario prever escenarios posibles, pero eso se hace más fácilmente cuando vivimos en presente, asumiendo responsablemente lo que hay. Si salimos retrasados de un almuerzo para una cita de tres de la tarde, pues la fantasía catastrófica de no llegar a tiempo se nos cumple; de esas fantasías viven llenas nuestras mentes, no porque el futuro juegue en nuestra contra, sino porque sencillamente no asumimos la responsabilidad que nos compete. Hay otras fantasías más difíciles de elaborar, como las generadas por eventos traumáticos: cuando el pasado doloroso se nos cuela en el futuro, lo cual sucede porque no hemos hecho los aprendizajes que la vida nos ha planteado con una pérdida, un accidente o una ruptura.
No todas las lecciones de la vida son dolorosas, sí gran parte de ellas. Si logramos identificar el para qué ocurrieron esos dolores, tendremos más confianza en el proceso de la vida. Al confiar en la vida, aquí y ahora, tenemos más herramientas para asumir el futuro, cuando llegue. Sufrir innecesariamente por el porvenir nos limita y priva de gozar en presente.