EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Octubre de 2012

Gratitud, confianza y acción amorosa

 

Posiblemente usted, al igual que yo, se ha visto en el transcurso de la vida frente a situaciones difíciles, que aparecen de un momento a otro sin que estén presupuestadas. Todos vivimos en la incertidumbre, que así nos empeñemos en quererla controlar, no es posible: lo que está por suceder, sucede, pues está escrito en el libro de la vida, en ese rubricado en dimensiones más grandes que las conocidas.  Lo trascendente, Dios, el Universo, llámesele como se le quiera llamar, actúa siempre para favorecer nuestro desarrollo espiritual, que es -en últimas- el objetivo de la existencia.

Es así como suceden quiebras, despidos de un trabajo, separaciones abruptas, finales no tan felices: de un momento a otro. También súbitamente empiezan a aparecer las soluciones, pues todo tiene un sentido. Cada nueva situación nos ofrece una bifurcación: o nos seguimos lamentando por eso que se fue, que ya no está, y que probablemente no volverá; o nos abrimos a lo nuevo, a vivir las experiencias que nos prepara la vida. Esa es una decisión personal e intransferible, y cada quien la toma con más o menos consciencia… o no la toma. Siempre hay bifurcaciones, diferentes opciones para asumir los retos que la vida nos plantea en este continuo aprendizaje.

Cuando nos preguntamos por el sentido de la “pérdida” sufrida, empiezan a aparecer las respuestas: posiblemente perdemos un trabajo para encontrarnos con nuestra verdadera misión existencial; quebramos, pues posiblemente en ese negocio no nos estábamos realizando; nos separamos, pues ya aprendimos lo que teníamos que aprender, y nos esperan otras asignaturas existenciales.  Por ello, antes que lamentar o renegar de la experiencia dolorosa, podríamos agradecer por ella. Esto no quiere decir no sentir el dolor de la pérdida; por el contrario, es preciso llorar lo que haya que llorar, atravesar el dolor, hacer el duelo y seguir adelante. Pero todo ello se da de mejor manera si tenemos una actitud agradecida hacia eso que aparentemente ha llegado para hacernos sufrir.

La gratitud es la llave maestra que abre puertas jamás imaginadas. Si la combinamos con confianza en el proceso de la vida, tenemos en nuestras manos una herramienta poderosa y maravillosa para fluir hacia donde nos corresponde en nuestro aprendizaje vital.  Gratitud por todo, absolutamente todo, y confianza en que las cosas tienen un sentido, nos permiten actuar con mayor enfoque, libres de culpas y temores.  Cuando actuamos desde el amor, entramos al mundo de todas las posibilidades y podemos hacer milagros.

Gratitud, confianza y acción amorosa son los tres pilares de una vida en armonía.  Es posible que la montaña rusa de la vida continúe, pero desde esos pilares las caídas serán cada vez menos dolorosas.