EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Febrero de 2013

Nueve actitudes hacia el cambio

 

El  ego se ha asumido falsamente como un estorbo, como un enemigo del ser. Se suele hablar del ego como la prepotencia de una persona, pero en realidad va mucho más allá de ello y se manifiesta de muchas maneras diferentes a la arrogancia. No solamente los arrogantes tienen ego, ¡todos lo tenemos! Podría decirse que el ego es parte del kit con el que se nos ha dotado para enfrentar el mundo y, de acuerdo con Caroline Myss, poder cumplir con el contrato sagrado que cada ser humano firmó con la Divinidad antes de encarnar. También conforman el kit el padre (ningún hombre fue mejor para ser su papá que el que tiene), la madre (ninguna mujer fue mejor para ser su mamá que la que tiene), el cuerpo físico que es (no que tiene), y las condiciones existenciales que ha vivido desde el momento de la concepción.

Así pues, el ego es una herramienta de vida. Fue necesario construir un ego

en la primera infancia para poder sobrevivir emocionalmente y convivir en medio del sistema familiar, con roces, preferencias, abandonos y sobreprotecciones, por mencionar sólo algunas posibilidades de conflicto en la familia de origen. Sin el ego, esas condiciones existenciales primigenias nos habrían devastado: el ego fue el escudo necesario para proteger a la esencia, de la misma manera que requerimos una sombrilla para protegernos del sol y de la lluvia. Pero con el paso del tiempo, el escudo se convirtió en coraza y se pegó tanto a la esencia que terminó por ocultarla, aunque ella no ha dejado ni dejará de brillar.

Empezamos a vivir la vida principalmente desde la coraza, dejando de lado la esencia, lo cual nos ha acarreado y nos sigue acarreando aislamientos, depresiones, juzgamientos, parálisis, venganzas, ambiciones desmedidas, evasiones, miedos e insaciabilidades, de esas que están llenas las novelas y que parece que no fuesen de la vida real, pero lo son. Desde ahí vivimos, en conflicto permanente, en actitud de lucha, en modo infelicidad. Esas son las manifestaciones del ego, que si bien tapan la esencia de cada ser humano, también permiten verla, una vez las reconocemos y usamos para, atravesándolas, conectar con la esencia. El ego, ese ser temporal desde el que actuamos, nos permite ver la esencia, el ser eterno que somos.

Cada ego implica un aprendizaje vital, una nueva actitud para vivir el resto de la existencia, que podemos reconocer y asumir desde un proceso de interiorización y reflexión. Ofreceré con el Dr. Héctor Vega el Seminario Eneachange, Nueve actitudes hacia el cambio, del 22 al 24 de febrero, para que más seres humanos contacten con su esencia y vivan más plenamente.

@edoxvargas