El confinamiento por la pandemia puso, literalmente, contra la pared a los más jóvenes. No sólo los encerró en cuatro paredes, sino que también los mantuvo entre pantallas durante 2020. El reto para el nuevo año tiene que ser disminuir el tiempo de conexión.
La consultora SuperAwsome hizo un estudio en Estados Unidos para determinar qué tanto había aumentado el tiempo que los jóvenes americanos pasaban conectados a internet. La cifra es preocupante. El diagnóstico reveló que, antes del apocalipsis, los niños y niñas estadounidenses entre 8 y 12 años pasaban un promedio de 4 horas y 44 minutos diarios frente a una pantalla. ¿Ahora? El promedio es de ¡7 horas diarias!
Ahora, los adolescentes en Estados Unidos pasan una tercera parte de cada día conectados o delante de una pantalla. Un despropósito por dónde se lo mire. Porque todo en exceso es malo. Por supuesto, entendemos la contingencia y sus implicaciones. Y agradecemos al cielo por tener un aliado como la tecnología e internet, pero no se puede permitir tamaña trasgresión.
Los expertos hablan de equilibrar los tiempos entre lo físico y lo virtual. La realidad dice otra cosa. Los más jóvenes están perdiendo horas de vida encerrados no sólo entre paredes, también entre pantallas y en muchos casos se está volviendo difusa esa línea entre lo que es el mundo real y lo que pasa en el mundo digital.
El 2021 arrancó con dolorosas noticias de nuevos confinamientos y más cuarentenas. Lo que desemboca en menos clases presenciales y más tiempo pegados al computador o al celular. Pero este año, el reto tiene que ser la ‘desdigitalización’ de los más jóvenes. Es una tarea urgente. Los adolescentes deben dimensionar que lo virtual es una herramienta, valiosa sí, pero que afuera hay un mundo y una vida que vivir.
¿Qué se puede hacer? Las autoridades, hablo en todo el planeta, tienen la tarea urgente e inaplazable de encontrar caminos y soluciones que separen a los niños y jóvenes del ensimismamiento de las pantallas. Y creo firmemente que el primer reto es entender que una conversación por chat no remplaza una salida a comer helado. Que una clase en Zoom no se compara con la interacción en un salón de clase. Que una relación sentimental, con todo y las llamadas en HD, no se pueden sostener con el celular.
El tema de fondo es que, más temprano que tarde, los que ahora son adolescentes tendrán que enfrentarse a un mundo físico que, si no baja el tiempo conectados, será más agreste y desconocido, y ese choque puede impactar a nivel social, económico y personal en todo el planeta. Estamos en el mes de los propósitos. Yo propongo uno: el 2021 la conexión y las pantallas en su justa medidas y sus justos tiempos. Que el 2021 sea el año de la ‘desdigitalización’ de los más jóvenes.
*Periodista especializado en Tecnología.