Jesús le preguntó a un ciego que lo buscó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Traducción libre: ¿Qué puedo sumarle de bueno a tu vida? Y le dio la vista. Una pequeña imagen tomada del Evangelio para tratar de plantear la importancia de entender que lo mejor que puede hacer cada uno es sumarle bienes de todo orden a las personas y a la sociedad. Hay mil formas. Como también las hay, y a veces somos expertos en eso, para restarle esperanza y luz a la vida: criticando, mintiendo, oponiéndose a todo, siendo pesimistas, etc. Pero mejor hablar de la suma que de la resta en esta ocasión.
Los problemas concretos de la vida, los retos, los proyectos requieren siempre de varios elementos que deben ser juntados, para que, sumándose entre sí, produzcan el fruto deseado. Queremos, por ejemplo, un país con más profesionales y doctores: que sumen todos los que pueden, como las familias lanudas, las fundaciones generosas, las iglesias, el Estado, los particulares de buen corazón, los que puede ofrecer crédito justo. Es absurdo criticar a cualquiera de éstos, pues todos están sumando en la solución y en el camino correcto. Y así en los grandes retos de nuestra sociedad. En realidad, no hay una sola persona o institución o el mismo Estado que pueda resolver los asuntos que atañen a multitudes. Se requiere involucrar a todo el que en un campo determinado pueda aportar lo que sea necesario para lograr frutos abundantes.
Sin embargo, comunidades conflictivas como la nuestra sobreabundan en personas que aman más la resta que la suma. Todo lo critican, de todo sospechan, nada les satisface, son injustas con los operarios del bien, nadan en vinagre. Y esto por desgracia hace parte de nuestra cultura, es decir, está arraigado en el modo de pensar, opinar y actuar de muchas personas de nuestro entorno. Y por eso siempre será justo invitarlas, luego de que han rociado todo con ácido, a que den soluciones, aporten ideas creativas y, sobre todo, se comprometan en lo que está por hacer. No me cabe la menor duda de que todas las personas siempre podremos hacer más y mucho más para que las cosas sean mejor para todos. Pero hay que vencer la comodidad del nido que se construye para reposar eternamente en un pequeño bienestar que me hace omitir las necesidades del mundo que me rodea.
Volviendo a la clase de religión inicial, el andariego Jesús era sumador profesional. Siempre caminaba hacia adelante, siempre decía palabras lúcidas, aunque no fueran todas dulces. El contacto con él producía salud, generaba esperanza, impregnaba vitalidad. Ante él, el hambre desaparecía y la sed se calmaba. Aun la misma muerte cedió ante su ímpetu glorioso y nunca más fue la dueña del destino definitivo de los seres humanos. Tampoco el pecado resistió ante su avasalladora pureza y santidad. Una sola persona, Jesús, le sumó a la humanidad lo que quizás nadie en todos los siglos. Y, sin embargo, nos propone hacer algo por los demás pues siempre hay oportunidad. “Demos el primer paso” nos dijeron hace poco. Diga cada cuál a qué le jala.
PD: No era decente, sino docente. “Quod scripsi, scripsi”.