“¡Cómo se nota la falta de mermelada!”
Escribo esta columna para usted, amable lector, que es una persona que, de derecho de guerra y derecho internacional humanitario (DIH), sabe muy poco y si sabe no presume de ello.
Voy a hablar específicamente sobre el bombardeo a un campamento guerrillero en una vereda de San Vicente del Caguán, sobre el que los senadores Barreras, Petro y Cepeda, el representante Carlos Chacón, los batallones de La U, Cambio Radical y liberales (dirigidos por Iragorri, Vargas Lleras y Gaviria) y su cauda de mamertos, coreados por los grandes medios, hablaron del “asesinato de ocho niños”, (Cable Noticias habló, incluso, de “ejecución”).
Debo decir que lamento la pérdida de esas vidas y acompaño a sus familias, víctimas del reclutamiento forzado de menores, un crimen de guerra que viene creciendo (73% el último año) desde el famoso Acuerdo de Paz, que perdonó ese atroz delito y que la Jep no persigue.
Según la Convención sobre Derechos del Niño, se da el nombre de “niño” a los menores de 18 años. Pero hay que tener en cuenta que las conferencias que redactan esos tratados son como el Congreso en Colombia y cometen muchas majaderías: en el lenguaje corriente se es niño hasta los doce años, de ahí en adelante adolescente hasta los dieciséis, y luego joven y adulto. Un muchacho que está saliendo del bachillerato, se afeita y tiene novia no es un niño, ni una vez que cumple dieciocho pasa inmediatamente de ser niño a tener derecho de votar.
Dejando de lado esta semántica, según el derecho de guerra quien empuña un arma es un combatiente, independientemente de la edad que tenga y es, por ende, objetivo militar. Si esos niños estaban en un campamento guerrillero y portaban armas (las cuentas de armas corresponden con el número de muertos en el bombardeo, aunque no es necesario) murieron como combatientes, y no fueron asesinados como niños.
Dijo Petro que el reclutamiento de niños por la guerrilla no los convierte en guerrilleros, que es tanto como decir que el reclutamiento de soldados no los convierte en militares.
Doña Cecilia López Montaño criticó la inteligencia militar que no entró a pedir la cédula antes de atacar, ni los pilotos usaron megáfonos para advertir a los menores que se retiraran y dejaran solo a “Cucho”. Es cierto que el personero de Puerto Rico había advertido sobre el reclutamiento de menores por las disidencias de las Farc, lo que ha sido presentado por Barreras como la prueba reina del “asesinato”. Pero eso solamente prueba que hay reclutamiento y no que los reclutados estaban en el campamento, ni que las Fuerzas Armadas lo supieran.
Aquí no trato de hacer una exposición académica del DIH y el derecho de guerra, sino de mostrar cómo el uso del lenguaje tiene una intención política y lleva a engañar a la opinión pública. Y por eso recuerdo aquí las palabras de Jesús en Mateo 15:11-18: “no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre…lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre.” En terminología actual diríamos que hablar de “asesinato de niños en el bombardeo” es tener mala leche. Se trata, claramente, de crear un hecho político y de evitar que, en el futuro, se utilicen los bombardeos como herramienta para combatir la guerrilla porque ésta siempre va a tener civiles como escudos humanos, otra violación del DIH.
¡Cómo se nota la falta de mermelada!