Latinoamérica enfrenta hoy un Cartel de Dictadores, tan criminal y corrupto como cualquiera de los carteles ya conocidos, que matan y desaparecen gente, aterrorizando al pueblo, sin dar respuesta por sus actos, o recibir castigo alguno. ¿Cómo más puede llamarse a ese funesto grupo de dictadores enquistados por décadas en los gobiernos de sus países?
Analicemos sus arrogantes y nefastas historias. Naturalmente, hay que comenzar por la tragedia de Cuba. Allí los Castro han sometido a su voluntad al país desde hace seis décadas. Todo lo comenzó Fidel Castro, quien dictó sobre vida y muerte de los cubanos de 1959 al 2011. Como “Jefe Supremo”, hizo lo que le vino en gana con la vida, honra y propiedades de todos en Cuba. Eran él y su pandilla quienes decidían quién vivía, dónde y cómo: en la cárcel, en una granja colectiva, en un pueblo abandonado, o quién moría fusilado, en la Cárcel de la Cabaña, o luchando en alguna guerra ajena, en Angola, Bolivia, o dónde él dispusiera. Las libertades se terminaron, igual que la comida y los productos básicos. La pobreza se distribuyó “equitativamente”. A su muerte fue reemplazado por su hermano Raúl Castro, hasta abril del 2018 cuando Raúl designó, a dedo, a Miguel Diaz-Canel, un bien entrenado títere para continuar su dictadura. Dolorosos 60 años continuos de tiranía absoluta.
A imagen y semejanza de Fidel Castro, en Nicaragua, surgió Daniel Ortega, ofreciendo liberar a un pueblo que había sido tiranizado por años por los Somoza. En poco tiempo, Ortega desplegó todo el abuso de poder característico de los Castro. En poco tiempo, era ya el tirano que hoy vemos, reprimiendo manifestaciones a bala y garrote, desapareciendo opositores, aferrado al poder, acolitado por un grupo de seguidores corruptos, entre ellos su mujer, Rosario Murillo. Ortega se impuso como presidente desde el 2007 hasta hoy, continuando su mandato anterior como Coordinador de la Junta de Reconstrucción (1979-1985) y su primera Presidencia (1985-1990), un total de 22 años en el poder. En el 2018 murieron 500 opositores, 2.500 fueron heridos y hay más de 2.000 presos políticos (las cifras con seguridad son más altas, pero por el miedo y la represión, es difícil confirmarlas). ¿Violaciones de derechos humanos? Todas, absolutamente todas.
Pero “el peso pesado” de los dictadores latinoamericanos se lo lleva Nicolás Maduro. Este hombre, literalmente, acabó con la riqueza de su país y la alegría, bienestar y salud de sus gentes. Traicionó la “cacareada” revolución de Hugo Chávez y está enroscado al poder como una víbora venenosa. ¿Cuántos muertos, desaparecidos, presos políticos, torturados? ¡Incontables! Tres millones de venezolanos han huido del país hacia Colombia, Brasil. Realmente, hacia toda Latinoamérica y USA. La devaluación ha pasado el millón por ciento. “El Cartel de los Soles” controla la corrupción. Venezuela vive una hecatombe humana.
Queda por mencionar a Evo Morales, ¡exterminador de la democracia boliviana! Qué más se puede decir de un hombre que ha manipulado cada elección por 13 años. ¡Otro país sometido, otro pueblo violado!
Estos dictadores latinoamericanos, al estilo de los dictadores comunistas que plagaron el siglo XX, se han convertido en devastador y perverso azote de los países que inocentemente creyeron en las falsas promesas del comunismo, hoy rebautizado “Socialismo del Siglo XXI”. Ojalá, los pueblos logren destronar a este nefasto cartel de tiranos.