Convivir en sociedad no es asunto fácil y más si cada quien se siente dueño de su libertad pero sin la obligación de respetar el derecho de otros, es decir que donde estamos nosotros los demás que se esperen, como si fuéramos superiores a todos nuestros congéneres, demostrando con ello que tenemos una absurda concepción de la vida en colectividad.
Lo duro del tema es que los colombianos hoy actuamos de esta forma. Bástenos unos ejemplos para corroborar la afirmación, pero antes, debemos pensar en qué momento, especialmente en Bogotá, cambiamos de comportamiento, dejando atrás las buenas maneras y educación que nos caracterizaron por años. En verdad los colombianos no éramos tan despreocupados ni ausentes ante la observancia de la ley y normas del buen vivir, ¿Qué nos pasó? ¿Cuándo se rompió el celofán que sostenía esa civilidad aprestigiada que identificaba al colombiano, por su buen comportamiento social tan admirado mundialmente? Algo está mal o influencias extrañas andan menoscabando los principios que rigieron el tejido social y aquel compromiso con el entorno. Remitámonos a los ejemplos.
Está demostrado el desprecio que acompaña a los colombianos por el sistema, el maltrato a cuanto bien público encontramos es evidente, lo vemos en la protesta social cuando al paso de los marchantes se va dañando y atacando el mobiliario de la ciudad, señales de tránsito, adornos de parqueaderos, fachadas de edificios, en fin van dejando el testimonio de su paso por calles y avenidas, para terminar diciendo que están defendiendo el derecho que tenemos a la protesta y resguardando la democracia.
Tenemos una pobreza total de palabras para debatir diferentes puntos de vista, falencia que conduce los contertulios a la agresión física; el irrespeto por las personas es indiscutible, pareciera que sufriéramos de una marcada tendencia a la provocación, tanto verbal como física. Si no me cree, dese un paseo por las ciudades y verán como en el tránsito se avista esa tendencia a la bravata. Ya lo vimos en Bogotá, jóvenes destruyendo el adoquinado de la Plaza de Bolívar para atacar la autoridad, según los bárbaros por defendernos y defender la democracia.
Miremos hacia otro lado y observemos las redes sociales donde se puede leer de todo, pero sobresalen los insultos, las palabras de grueso calibre y la ofensa constante. ¿Será que también nos están defendiendo? Pero no dejemos de lado los movimientos de armados ilegales, que devastan pueblos, secuestran y extorsionan, “pregunto” también ¿Para defendernos y defender la democracia? Desolador el panorama y seguro la mayoría de colombianos asistimos a este espectáculo preguntándonos, que nos pasó y porque olvidamos el orden. Una cosa es el conflicto armado y otra la armonía social. Como dice la canción de Silva y Villalba “no nos defiendan más “.