Recurrió a las viejas palabras, que en los momentos de conflictividad partidista y de la pandemia que arrasa tanto vidas como empleos, son una bandera blanca ondeada con honor y respeto a sus conciudadanos y a la historia democrática de los Estados Unidos. De respeto y admiración a la democracia que ha prevalecido a la guerra civil, a la gran depresión, a dos guerras mundiales y al asalto del 6 de enero pasado al Capitolio, el altar donde se oficia el rito de la libertad. Unidad, valor, decencia, verdad, esperanza, democracia, fueron pronunciadas por Biden con la fuerza de la convicción y corresponden a la dimensión del momento azaroso que vive su país.
El acto de posesión, en sí mismo, fue un mensaje de unidad en el pluralismo. Amy Klobuchar, demócrata y Roy Blunt, republicano, hicieron la presentación protestando ambos contra el atentado reciente, instigado por el presidente saliente Donald Trump, quien llevará a cuestas ese estigma por el resto de sus días. Y si intenta fundar un nuevo partido, los republicanos aprobarán el “impeachment” que lo señala como “incitador a la insurrección”. Pienso que es lo mejor que le puede pasar a la política americana.
Hay mucho que restablecer y mucho que sanar, expresó el presidente Biden como compromiso esencial de su mandato. Primero que todo, ya lanzó un plan extraordinario contra el covid-19. Y emprende así la batalla “perenne” por la justicia sin discriminación, contra la cultura que manipula, contra el supremacismo blanco, contra el fanatismo, contra el populismo y por la preeminencia de los Estados Unidos en el concierto mundial. Lo hará restableciendo las alianzas tan debilitadas por su antecesor. Sus primeras decisiones como la reincorporación al Acuerdo de París, el freno a la salida de la OMS y participar del mecanismo Covax indican el regreso al multilateralismo. Las declaraciones del embajador Goldberg sobre la pronta comunicación de los presidentes Biden y Duque y sobre los propósitos de trabajar conjuntamente en la agenda bilateral, son positivas y oportunas. No se esperaba menos dada la centenaria y amistosa relación entre ambos países. Empiezan a silenciarse los politizados chismes santafereños.
Vamos a pasar juntos este invierno oscuro que nos amenaza, agregó. Y alzar la mirada desde la colina capitolina saludó al Potomac histórico y a los héroes caídos que reposan en Arlington. Son símbolos que ennoblecieron su discurso. La alusión a San Agustín, el filósofo de la verdad, lo vincula a la búsqueda del humanismo integral, objetivo de los gobernantes democráticos.
Biden, es un hombre de Washington y sabe del exasperante “muñequeo” con senadores y representantes, como lo describe Barack Obama en el primero y voluminoso tomo de sus minuciosas memorias “Una Tierra Prometida”. Lo importante será su capacidad de comunicación con el pueblo norteamericano. Su comienzo despierta interés y se anhela que sea capaz de aliviar la tensión que desde su nacimiento ha estremecido a la nación del norte.
El ascenso histórico de la afroasiática Kamala Harris, como la primera mujer Vicepresidente de los EE.UU., abre las puertas a las minorías de inmigrantes, de todas las latitudes de la tierra, que han fortalecido a ese país con su trabajo, su inteligencia y sus ideas. Ella, por su trayectoria de lucha, por su matrimonio, por su probada capacidad de exponer brillantemente sus creencias y sus sueños, representa las inmensas oportunidades que brinda la libertad.