UNA necedad inscribirnos en condición de socios de segunda clase o globales en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) celebrada con bombos y platillos por el gobierno Santos. Poco tiene que hacer Colombia en la asociación creada por los Estados Unidos y Europa Occidental tras la segunda guerra mundial como mecanismo de defensa colectiva frente al comunismo. En respuesta la Unión Soviética y los países dentro de su órbita suscribieron el Tratado de Varsovia. Ninguna otra Nación de Latinoamérica pertenece a la institución, se olvida que estamos inscritos en la Organización de Países No Alineados (Noal).
Hemos adquirido compromisos de apoyo en guerras libradas en territorios lejanos, tal el caso de Afganistán, nos distanciamos del sistema continental, carecen de validez los argumentos esgrimidos a favor de la incorporación, no vemos la forma de recibir ayuda militar de cualquier naturaleza, afectamos la soberanía. Se ha puesto Colombia al mismo nivel de Afganistán, Australia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelanda Y Pakistán.
Constituye un fiasco lo sucedido en la reciente reunión de la Otan celebrada en Bruselas, cumbre en la cual el presidente Donald Trump trató de “delincuentes” a sus socios europeos y protestó porque solo cinco de veintinueve países cumplen con los pagos pactados. Pidió subirlos del 2 al 4 por ciento del Producto Interno Bruto de cada socio pleno. España, por ejemplo, dice que no tiene intención de gastar esa suma en defensa. Es bueno recordar que el gasto militar combinado de todas las naciones afiliadas supera el 76 por ciento del mundial.
Los jefes de gobierno europeos trinan contra el mandatario norteamericano, en Londres lo abuchean, el futuro de la alianza se ensombrece, nos encontramos involucrados en un pleito ajeno. Está costando cara económicamente y en imagen la afiliación realizada al final del período de gobierno que ya termina. Debería revisarse esa decisión por la administración Duque lo más pronto posible, indispensable suspender las flagrantes contradicciones de política exterior.
Es cierto que la Otan en el año 2008 pidió ayuda a Colombia para recibir tropas, expertos en desactivación de minas y lucha contra el narcotráfico, que han existido contactos entre nuestras Fuerzas Armadas y las del organismo, sin necesidad de meternos en camisa de once varas, ni de adquirir la obligación de involucrarnos en conflictos que vienen a sumarse y agravar los internos. No intuyo el papel que pueda jugar la Otan en el área, tampoco en el empeño de restaurar la democracia en Venezuela y disiento de la afirmación del señor Trump cuando expresa: “Les hice saber que estaba tremendamente insatisfecho, pero fui duro solo por un rato.”