No es propiamente el que utilizó el general Simón Bolívar, ni el de un jefe de Estado, lanza ofensas a diestra y siniestra, ofende a naciones. Los Estados Unidos ofrecieron 20 millones de dólares como ayuda a la oposición al régimen, lo cual considera poco don Nicolás según manifestó en rueda de prensa, donde agregó: “Si Colombia pretendiera hacer lo mismo solo podría aportar cocaína”. La frase, producto del desespero, comprueba la desafortunada construcción de un caótico discurso.
Los colombianos somos solidarios con el pueblo hermano, recibimos a sus compatriotas migrantes con afecto, procuramos hacer llevadero su exilio. Mientras él abriga a narcotraficantes y guerrilleros nosotros defendemos la vigencia de los derechos humanos, nos oponemos a la dictadura, anhelamos una transición pacífica en Venezuela para superar la crisis. ¿Qué hacer ante los insultos de Maduro? Nada. Replicarlos carece de sentido. La historia sigue su curso, ese vecino país saldrá adelante, cuando pase el tiempo simplemente se recordará con vergüenza su insólito léxico y el de sus allegados.
El tema se extiende porque el proyecto socialista de la llamada revolución bolivariana ha fracasado, las desigualdades sociales sobresalen, la economía colapsa, los productos esenciales de la canasta familiar escasean, el desempleo cunde, un programa de desarrollo dentro del actual esquema es inviable y esto no se arregla con demostraciones de mala educación.
Para la existencia de un Estado se requiere la división e independencia de las ramas del poder, con dos presidentes, simultáneo funcionamiento de corporaciones legislativas y parciales de los órganos que imparten justicia, gobernar resulta imposible, máxime cuando gran parte de la comunidad internacional ha fijado su posición. Los políticos deben saber cuando retirarse y en este caso el señor Maduro está en mora de hacerlo, le corresponde facilitar la conformación de un gobierno nacional que convoque a comicios limpios, no le discutiremos su condición de ex presidente.
Como ciudadanos de una República también Bolivariana, nos conturba el cúmulo de pronunciamientos aduciendo tesis y propósitos opuestos al lenguaje de unión planteado con altura por el Libertador. Vale la pena repetir lo consignado en su última proclama: “Han presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés abandonando mi fortuna y aún mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí de que desconfiabais de mi desprendimiento…Todos debemos trabajar por el bien imperturbable de la unión de los pueblos… si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión yo bajaré tranquilo al sepulcro”. Cargar contra el pueblo, comprometer en la represión a las fuerzas armadas y suponer que existe respaldo popular a su favor constituye gran disparate.