La anterior fue sin lugar a dudas una de las semanas más convulsionadas en los últimos años en nuestro país. Lo profundamente alarmante de lo sucedido no será únicamente el tema político o financiero del Estado, será el comportamiento emocional de los colombianos en estos días de paro y especialmente de sus líderes.
Constantemente nos llegaban noticias de manifestaciones que terminaban en revuelta, contexto que puede llegar a entenderse normal dentro de las jornadas que habitualmente tiene un paro, pero lo que nunca llegó a ser comprensible para ningún ciudadano, eran las expresiones de odio que como si se tratara de una película de terror, se sucedían entre personas que no se conocían, o que tuvieran en la vida algún pendiente, era solo el repudio a lo que no se me parecía, a quien no pensaba como yo, o simplemente a quien estaba en lugares comunes donde estaban personas a las que ya se odiaban.
¿Qué país podríamos nosotros asumir como viable sobre los cimientos del odio? La respuesta debe ser: ninguno.
Son múltiples los actos demenciales que hoy como sociedad nos deben avergonzar, pues padecimos no solo de excesos de la fuerza de policía que nos han puesto bajo la lupa de diversos grupos de defensores de derechos humanos, estados y organizaciones internaciones, sino de homicidios selectivos como el del capitán Solano en Soacha, que terminó con heridas de puñal en su humanidad que posteriormente le causaron su muerte.
Sin duda el paro se nutrió en gran parte de odio, y ese no fue espontáneo, tiene un sinnúmero de muestras que llevarían a pensar que fue provocado, incluso, que fue planeado. No de otra forma se explican situaciones selectivas como hechos de sicariato, incineración de inmuebles públicos, o incluso privados como el hotel de Cali “La Luna”, que fue incendiado por hospedar integrantes del Esmad en sus instalaciones.
Todas estas expresiones de odio son las que llevamos en nuestro ADN, se odia al de izquierda, se odia al de derecha, al Estado, a las instituciones no gubernamentales, a todo lo que no esté con nosotros, abonado en la desconfianza, en creer que el otro solo busca perjudicarnos y hacia esto le apunta, a que hay que adelantársele y hacerle daño primero.
La única forma de reencontrarnos y ser viables como nación, es dejando a un lado esos comportamientos y a esos líderes que quieren continuar con discursos de odio, que constantemente con sus trinos, entrevistas y mensajes nos alimentan la desconfianza en el otro y que incitan a que así no te hayan hecho nada, aunque no tengas nada contra ellos, estas obligados a despreciarlos porque no piensan igual.
Superado esto y logrando diálogos y consensos en lo fundamental, las reformas estructurales del país serán una tarea menos difícil y seguramente mas incluyente, no como sucede en la actualidad, donde muchos sectores no han sido convocados a sentarse a proponer, pero peor, éstos tampoco quieren asistir y critican al que lo hace.