La Academia Sueca, con sede en Estocolmo, confirió el Premio Nobel de Literatura 2020 a la poetisa estadounidense de setenta y siete años “por su inconfundible voz poética que con una belleza austera hace universal la existencia.”
Durante décadas la galardonada ha publicado numerosos libros entre los cuales se destacan “El Iris Salvaje” que mereció el Premio Pullitzer 2016, “Averno” y “Noche Virtuosa” Si bien no es conocida a nivel mundial su obra originalmente elaborada en inglés se destaca y aun cuando la elección causó sorpresa entre los críticos la mayoría considera acertada la decisión referente a un trabajo constante basado en la memoria de la infancia.
Causa impacto la lectura de “Amor bajo la luz de la Luna,” en la traducción al español presentada por la editorial “Pretextos,” “A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación a otra persona, a eso lo llaman alternativamente desnudar el corazón o el alma, (lo cual significa que para entonces adquirieron una.) Afuera, la tarde de verano, todo un mundo arrojado a la luna, grupos de formas plateadas que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo, lo raro y, en la oscuridad, la cúpula dorada del Capitolio transformada en aleación de la luz de la luna.”
La poesía, poco tenida en cuenta en los Premios Nobel, este año, en medio de la pandemia, ocupa puesto principal, mientras haya vida tendremos poesía. El mantenimiento del discurrir positivo interesa, con mayor razón proveniente de una notable nacida en Nueva York, de la décima sexta mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura. La importancia de la poesía nos permite ver nuevos horizontes, amplía la formación de valores estéticos, es expresión de cultura, de emociones, ayuda a descubrir el interior de las personas, despierta los sentidos, la belleza del lenguaje.
Recuerdo a Gabriel García Márquez, narrador eximio, quien recuerda en sus memorias tiempos de juventud: “Es difícil imaginar hasta qué punto se vivía entonces a la sombra de la poesía. Era una pasión frenética, otro modo de ser, una bola de candela que andaba de su cuenta en todas partes. Abríamos el periódico, aún en la sección económica o en la página judicial, o leíamos el asiento del café en el fondo de la taza y allí estaba esperándonos la poesía para hacerse cargo de nuestros sueños. No solo creíamos en la poesía, sus novedades eran más importantes para mi generación que las noticias políticas cada vez más deprimentes.”
Con las calamidades que afrontamos, víctimas de la violencia, del destape por la autoría de crímenes atroces como el de Álvaro Gómez Hurtado y de eminentes compatriotas sacrificados en mala hora, extrañados ante el pantallazo permanente de la delincuencia, la adjudicación del Nobel a la notable profesora de la Universidad de Yale nos acerca a la civilización, a la cultura, al uso de un lenguaje distinto al de la campaña presidencial de los Estados Unidos.