El odio como política de Estado | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Septiembre de 2018

A pesar de no contar con un servicio diplomático especializado, Colombia he tenido la fortuna de contar con talentos de primer nivel en el ejercicio de su representación foránea. En diversas épocas y oportunidades no sólo ha sabido responder por sus compromisos, sino ha hecho valer la fortaleza de sus derechos y la justicia de sus aspiraciones.

Desde cuando Perú invadió a Leticia y la voz de Laureano Gómez clamó por paz la interior y la guerra en la frontera, siempre se ha desarrollado una política bipartidista signada por el consenso. Hoy el Presidente Iván Duque y su canciller Carlos Holmes Trujillo, son conspicuos herederos de esa zaga y están atentos a lidiar atinadamente las arremetidas delirantes de ese odio enfermizo que se enquistado, como política de estado, en el corazón de la administración de Nicolás Maduro.

Es un delicado episodio que se agrava con el paso de los días hasta el punto que un excanciller venezolano, el inefable Roy Chaderton, en sus delirios paranoicos ha pedido que  el teatro de la guerra se traslade a territorio colombiano, Otro irresponsable diputado gobiernista, Pedro Carreño, pidió enviar la fuerza aérea con sus aviones rusos a bombardear nuestras ciudades estrategias.

Toda esta peligrosa escalada de posiciones y declaraciones están buscando crear un casus belli, entre las dos naciones hermanas. Esto no es nuevo. Es una herencia que nos dejó el comandante Chávez, que siempre vio en los colombianos unos enemigos de su gobierno y de su propia vida.

Como si todo esto fuera poco a este gravísimo impase se le suma el éxodo masivo de migrantes venezolanos, más de un millón que huyen del hambre y la opresión y están buscando en Colombia una nueva vida, pero a costa de erosionar los servicios públicos de muchas de nuestras ciudades, especialmente las de la costa atlántica.

En estos dantescos escenarios se destaca la mesura e inteligencia del canciller Holmes Trujillo, quien le está haciendo una exitosa confrontación a esta nueva plaga que parece estar ya fuera de todo control. Por ello Holmes Trujillo ha convocado a los países amigos, especialmente los de este hemisferio, para que hagan causa común con Colombia en la lidia de este reto humanitario.

Afortunadamente el presidente Duque ha desautorizado a tiempo la charlatanería intonsa de nuestro inefable Pachito Santos, quien en Washington, planteó la intervención militar como una de las posibles opciones. Nuestro deslenguado embajador parece olvidar la advertencia hecha por el presidente Alfonso López Michelsen, cuando la crisis del Golfo: “una guerra con Venezuela duraría apenas media hora, pero sus secuelas las padeceríamos durante cien años”.

Sinceramente el Presidente Duque debe estar más que arrepentido por haberle entregado la delicada representación de nuestros intereses a semejante personaje. Como también debe estar inquieto con las continuas intervenciones del ex presidente Álvaro Uribe en favor de endurecer nuestra posición.

Adenda:

A propósito del debate senatorial al ministro Carrasquilla, lo único que se logró fue atornillarlo en el puesto. Algo bastante complicado para una administración como la de Duque, que quiere y necesita transparencia y credibilidad.