La funesta polarización se ha apoderado de todo en Colombia y con ella, esta nación ha regresado a épocas en las cuales liberales y conservadores eran obligados a ‘tragarse’ la corbata, si era azul o roja. Las familias se dividían, los amigos se distanciaban, los matrimonios se rompían y no se diga de la absoluta supremacía del que agarra el poder. Esa actitud nos ha mantenido en guerra permanente. En nuestro ADN predomina el conflicto, la hostilidad, el pleito y el exterminio. La tierra, la riqueza y el poder son objetivo de los poderosos. Nunca han querido tener paz, pero la reclaman. Quienes aspiran a tenerlo todo a costa de lo que sea, posan de pacificadores mientras siembran torpedos a diestra y siniestra. La venganza es moneda común.
Las nuevas generaciones han asistido a un proceso repleto de enemigos, de la mesa que buscaba la reconciliación. Hasta un plebiscito se promovió para malograr más de 5 años de arduas negociaciones. Por ello hay que olvidar cualquier asomo de paz con el ELN. Igualmente existen enemigos de diálogos con paramilitares. Colombia en paz es una utopía, una quimera. Nuestro destino es abonar el odio para fortalecer una polarización, muy productiva para pocos, pero ruinosa para el resto.
Una leve brizna que moleste al expresidente Uribe, acciona el cordón de fuego lento, que nos lleva a la hecatombe. Es intocable -innombrable, dicen algunos-. Su arrogancia y sus apariciones son guerreras, desafiantes, provocadoras. Lo encegueció la furia, cuando su antecesor le notificó que él era el elegido. Bodegas con maldiciones llovieron sobre Santos.
Iván, con la mayor prudencia lo soporta y traga entero sus intromisiones, por temor a ese desbordado poder que hasta a la justicia intimida, amenaza y asusta. No siempre la tolerancia permite poner puntos sobre las íes, menos cuando existen ¨asesores desatinados¨. El exmandatario, ni corto ni perezoso, aprovechó la pandemia para ejercer. Introdujo la polarización y las prácticas de ‘Casa de Nari’, que fueron tan efectivas en su Gobierno. Nada se mueve sin la gracia del Jefe del CD, ahora observado de cerca por la justicia, a la que tanto ‘vigiló’. Hasta las asociaciones gremiales, deben solicitar permiso a la Casa de Nari, para designar a sus dignatarios, como ocurrió con Frank Pearl, cuyo inri, es haber trabajado por la paz. Así funcionan Uribe y su Centro Democrático.
BLANCO: Consejo de Estado pide explicaciones por ingreso de tropas norteamericanas.
NEGRO: La invasión de venezolanos a la autopista norte.