El expresidente Andrés Pastrana se ha lanzado a la lucha por la preservación de la democracia colombiana. Así lo reconoce Juan Lozano en su columna del pasado lunes en El Tiempo. Pastrana Arango ha señalado con valentía a los enemigos de nuestro sistema de gobierno: el fanatismo de la extrema izquierda, el narcotráfico y el régimen de Maduro, que representa la suma perversa de todos esos males. Ha llamado a una convergencia de las fuerzas políticas, representadas en los expresidentes de Colombia, para rodear al presidente Duque como símbolo legítimo de la democracia en peligro.
La actitud de Pastrana llama a la reflexión sobre la batalla política que debe darse en estos tiempos. Si bien nuestro Estado democrático está rodeado por una muralla de historia y libertad, de progreso y realizaciones, no es inexpugnable. Su falencia más evidente es la lentitud para que sus propuestas y proyectos se concreten, se entiendan por el pueblo y se hagan con la participación del pueblo. Asimismo, cuando la tecnocracia pretende sustituir a la política el Estado se solaza en el ajedrez de las cifras y se vuelve insensible y sordo a las aspiraciones y exigencias ciudadanas.
Si se hubiera aceptado, por ejemplo, la propuesta de la Andi: “cóbrennos a nosotros solos”, y se hubieran aprobado las normas sociales contenidas en la reforma Carrasquilla, estaríamos hablando del gran cambio revolucionario del gobierno Duque. Si, porque el presidente de la República se la ha jugado por soluciones novedosas y posibles fiscalmente. El solo programa de Ingreso Solidario responde al anhelo mundial de una renta básica para las muchedumbres sin empleo.
El actual ministro de Hacienda sabe bien que gobernar es comunicar. En sus jóvenes manos está la tarea inmensa de profundizar la respuesta social al reclamo popular. La mejor defensa de la democracia es hacerla eficaz, cercana al ciudadano y transparente.
Ahora bien, los pasos del expresidente Pastrana indican que ha tomado la jefatura activa del Partido Conservador, al que había orientado a distancia y en elecciones presidenciales. Es el momento oportuno, porque el primer frente de la batalla democrática es la elección del Congreso en marzo 2022. Las 16 curules, regaladas a las Farc, prueban que la izquierda extrema va por la mayoría.
Tremenda lucha no puede hacerse con las armas oxidadas del clientelismo y descansando solo en los hombros de los candidatos a Senado y Cámara de Representantes. El Conservatismo tiene que modernizarse de verdad y estudiar, elaborar, difundir y utilizar una estrategia que esté a la altura de la dimensión histórica del reto. Y nos está cogiendo la noche. Debe ser una estrategia atractiva que exponga el mensaje de la igualdad humana que se oyó en el Sermón de la Montaña, inspiración del pensamiento conservador. Igualdad, que hoy para las masas es más empleo, mejor educación, salud sin colas asfixiantes, más presencia en la mesa de las decisiones.
La inteligencia tranquila, la experiencia y las buenas relaciones de Omar Yepes, presidente del Dinacional Conservador, con el expresidente Pastrana, van a ser determinantes en la tarea abrumadora que nos corresponde enfrentar. ¡Empecemos!
El titulo de esta columna lo tomé de la Conferencia de Cayetana Álvarez de Toledo, organizada por Gilberto Alzate y moderada por Rodrigo Pombo, quienes merecen nuestras felicitaciones. Fue una conferencia admirable y plena de razonamientos y argumentos sobre lo crucial que es Colombia y América Latina en la eterna lucha por el imperio de la libertad. Deben leerla nuestros dirigentes.