Desde que el pueblo hermano de Venezuela inició la fase de resistencia activa ha habido, en promedio, un muerto cada día.
Pero, siguiendo los consejos de la Familia Castro y de otros correligionarios del vecindario, Maduro solo piensa en aferrarse al poder.
Mediante un complejo sistema de prebendas, se ha asegurado el respaldo de militares y funcionarios que aún conservan sus privilegios en medio de la angustia popular. Adicionalmente, cuenta con el apoyo disfrazado de disenso que le procura un gobierno como el colombiano, amén de sus tradicionales aliados del Alba, la Celac y Unasur.
Pero donde realmente reside su fortaleza es en el respaldo de Rusia y China, los dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU Con sus capacidades en el Consejo, Rusia y China bloquean cualquier posibilidad de generar presión decisiva que facilite la transición hacia la democracia.
En efecto, ¿Qué tanto puede importarles a Moscú y a Pekín la democracia liberal, siendo, como son, sublimes herederos del totalitarismo y la opresión?
En consecuencia, las sanciones aplicadas por los Estados Unidos a los funcionarios corruptos que tutelan la opresión, no consiguen desbloquear la fatídica situación sociopolítica.
Habrá que esperar, pues, a que un nuevo gobierno en Colombia lidere, desde el 2018, una coalición regional por la democracia y contra el terror en Venezuela. Y que, progresivamente, el tejido social regenerador se fortalezca en todos los estados venezolanos para romper así la frágil unidad de la dictadura.
De hecho, lo que queda del chavismo no es tan monolítico como parece. La ambivalente pero firme conducta de la fiscal Luisa Ortega lo demuestra.
En medio de la falacia, la trampa y las dilaciones que la idea de una “constituyente reforzada” supone, Maduro se ha visto forzado a convocar a un referendo consultivo para que la población acepte o rechace el nuevo texto.
Si antes no ocurre lo que tanto se espera, ese será el momento decisivo para que, sin cohonestar, ni conciliar, ni participar en la pantomima, la gente sepulte definitivamente al régimen con otro “No”, equivalente al del 2 de octubre en Colombia.
Por supuesto, el régimen de allá, como lo hizo el de acá, se las ingeniará para burlar y seguir burlando la voluntad popular.
Pero, en definitiva, bien haría Maduro en recordar cómo fue que llegaron a su fin algunos regímenes comunistas de la Europa del Este tan próximos al suyo, verbigracia el de Jaruselski, el de Honecker, o el de Ceausescu.