“Es presumible que la hoja derecha de la puerta del Pantheón haya permanecido cerrada por cerca de doscientos cincuenta años hasta la obra de restauración de 1998”. La puerta toda revestida de bronce es original de la época romana. El Pantheón de Agrippa es el testimonio de la Roma Imperial que ha permanecido mejor conservado a través de los tiempos.
La controversia por la fecha de su construcción va desde el 27 ac al 125 dc. En ella han participado historiadores de todas las épocas, empezando por Vitruvio y Dione Cassio. Originalmente fue Templo levantado en tributo a las victorias del General Marco Vespasiano Agrippa. Se ha planteado la hipótesis de que el monumento fuera originalmente el “calidarium” de las termas de Agrippa. Ambos monumentos fueron devastados por el incendio del año 80, y reparados luego por Tito y Domiciano.
Fue el emperador Adriano quien lo restauró entre el 120 y el 125 dc, y lo ofreció a todos los dioses, de donde se deriva su nombre. La obra bajo Adriano, dirigida por Apollodoro de Damasco, fue tan sustancial que por muchos años se le llamó Pantheón de Adriano. Por decisión del propio emperador se conservó la inscripción original del friso: M.AGRIPPA.L.F.COS.TERTIVM. FECIT. (Marco Agripa, hijo de Lucio, Cónsul por tercera vez, lo hizo).
En el año 608 el emperador bizantino Foca lo entrega al papa Bonifacio IV que el 13 de mayo del mismo año lo consagró a S. María de los Mártires. Ahora, antes de aterrizar en nuestro tiempo, hay que consignar que la genialidad de la construcción de la cúpula hemisférica es considerada “un unicum” que permanece a través de la historia. Después de más de dos mil años sigue siendo la más grande del mundo” “construita in concrezione”.
El 24 de abril, “Natale di Roma”, a las 12 m, el rayo de sol que penetra por el óculo de la cúspide crea una sensación de irrealidad como si desde los cielos se enviara un mensaje a la ciudad desde la cual Pedro preguntara ¿Domine, Quo Vadis?
La cita inicial de esta nota corresponde a Giovanni Belardi, de su libro-estudio: Il Pantheon, que me envió su esposa, Patrizia Di Prima, gran amiga y destacada funcionaria de la Embajada de Colombia en Italia. Belardi dirigió la restauración de 1998. En el verano de ese año nos invitaron a la apertura de la puerta. Fue un acto histórico y hermoso. Se celebró una misa solemne presidida por varios Cardenales a la que asistieron altas autoridades de la ciudad y del Vaticano. En el momento de la elevación caían y caían, por el óculo de la cúspide, pétalos de rosa, como símbolo de las lenguas de fuego del Pentecostés católico. Fue grande la emoción de estar en el “corazón de la urbe antigua”, celebrando la arquitectura de la modernidad que rendía admiración a la obra de sus antepasados. Por esas puertas abiertas a la historia debieron pasar lo grandes protagonistas de un imperio que aún nos enseña el arte esquivo de dirigir a los pueblos. Al salir al sol romano que caía sobre la piazza de la Rotonda, nos vimos cubiertos de pétalos de rosa que esparcían, como las majestuosas columnas del pórtico, olor de eternidad.