Esta noche celebraremos el cambio de año, una fecha simbólica en la cual expresamos nuestros más profundos deseos y manifestamos propósitos. ¿Desde dónde lo hacemos?
La pregunta parecería tener respuestas obvias: desde el corazón, desde el amor. Aquí viene otra pregunta: ¿desde qué amor? Los griegos ya tenían diferentes palabras para describir los tipos de amor, y al parecer tenían muy claras las diferencias entre unos y otros. La palabra eros está relacionada con las pasiones que nos mueven a los seres humanos, con el instinto que conlleva atracción y deseo. Cuando estamos apasionados nos enceguecemos, porque esas pasiones nos separan de nuestra esencia. En estas pasiones nos movemos desde los miedos, las iras y los dolores. ¿Están tus anhelos para el nuevo año centrados en esta pasión del eros?
Por otro lado, aparecen los amores filia y storge, relacionados más con sentimientos de fraternidad, amistad, cariño y admiración. Si bien en ellos las pasiones están más escondidas, no se escapan a rivalidades motivadas por envidias, desplantes y competencias. ¿No está la historia llena de rivalidades entre hermanos, desde Caín y Abel? Sí, las pasiones se cuelan entre hermanos y amigos mientras sigamos naturalizando la competencia. Ese es el pan de cada día que escuchamos entre familias, amigos y colegas. Nuestra naturaleza humana, tan proclive a desconectarse de lo esencial, nos juega malas pasadas si no estamos vigilantes, como en la parábola de las diez vírgenes, cinco prudentes y sensatas, mientras las otras cinco eran necias y apasionadas.
El cambio de año implica un simbólico punto crucial, retomando la idea expuesta Fritjof Capra, en el cual nos invita a evolucionar, para lo cual necesitamos transformar nuestras comprensiones. Lo crucial de esta noche es que podemos elegir entre dos caminos posibles: seguir construyendo relaciones desde los amores pasionales, eros, filia y storge, en los que ya conocemos el sufrimiento y la separación (frases como el amor duele, no se sufre si no se ama, y otras perlas de este tipo que lo corroboran); o movernos a otro amor, ágape, una fuerza desde la cual se nos invita aceptarnos como somos, a asumir la vida tal como es. Sí, nos puede sonar bastante raro e incluso iluso, pues estamos tan acostumbrados a las pasiones que creemos que ellas son el amor más puro.
¿Qué te falta por aceptar de ti mismo, en los otros? ¿Hay relaciones que puedes sanar, si quisieras? ¿Qué circunstancias propias o ajenas te quitan la paz? ¿Siguen las pasiones moviendo tu vida? Te deseo un tiempo de reflexión. Y de aventura, para que poco a poco ilumines tu vida y la de los tuyos con el amor ágape, incondicional, divino. ¡Que tengas un transformador año nuevo!
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