Afirma el Dr. Karl Evang, director general de Salud Pública de Noruega, en reciente estudio, que las consecuencias fatales del consumo de drogas estupefacientes se pueden clasificar en cuatro grupos: 1º.- Pensar que la droga produce una fuerza mental maravillosa al que la consume; 2º.- Estados depresivos de angustia, desesperanza y desaliento; 3º.- Perturbaciones paranoias, que llevan a el delirio persecutorio y a otras psicosis; 4º.- Enajenación mental, ilusiones, alucinaciones, etc. Un individuo normal que consuma drogas estupefacientes, corre el riesgo cierto de caer en una enfermedad mental, de irresponsabilidad grave, de convertirse en asesino o de suicidarse.
A los estupefacientes, unos más graves que otros, acuden personas perturbadas, o en estado de desasosiego inconformes con el tipo de sociedad en que les ha tocado vivir. Ellos les proporcionan un escape transitorio para su angustia. Es un vacío del alma que quiere llenarse con artificiales estímulos. Pero cuando a copa en la desesperanza se llena, cuando alrededor del propio ser se hace la noche de la desolación y la tortura de la mente, el hombre así oprimido, considera que no existe razón ni halago para vivir. Busca entonces, el recurso trágico y supremo del suicidio.
No solo el consumo descontrolado de drogas puede incentivar el suicidio en ciertos segmentos de la población. Algunos maltratados, acosados por el hambre física total, se convierten en focos peligrosos de agitación propensos a causar disturbios trágicos a la menor provocación. No hay que olvidar esta verdad, que el anarquismo internacional conoce de sobra y explota a su debido tiempo para bien de sus designios; todo ser con perturbaciones mentales, hambreado, pisoteado, humillado y frustrado, está permanentemente en trance de agresividad, de ferocidad.
Que ese hombre no puede pensar con la lógica social, que es ya un extraño al grupo, un alienado, un criminal o un suicida potencial. No se crea que son indispensables todos los factores enumerados para crear su capacidad suicida o criminógena; con el hambre bastaría como lo proclaman los neurólogos, los fisiólogos del sistema nervioso y los especialistas en nutrición cuando repiten: Dime cómo comes y te diré como piensas, cómo sientes y como tomas tus decisiones.
La pandemia, especialmente en ciertos sectores en donde impera el desempleo, como en numerosos municipios del eje cafetero, ha generado descontento, malestar y actitud hostil. La gente se siente oprimida y sometido a una convivencia que cuestiona. Muchos se desahogan y sometidos a una convivencia que cuestiona. Muchos se desahogan con los estupefacientes. Pero la evasión que produce esta sustancia es fugaz y efímera. Surge entonces la realidad dolorosa.
Frente a los problemas que se comentan, aparece claramente que una de las formas de evasión de la turbia y torturada de sociedad de nuestros días, es el refugio en estos estados de semi - inconciencia y olvido que generalmente que produce el uso de los estupefacientes.
Son muchas las soluciones que se plantean para el drama del consumo de productos indeseables. La de fondo. Tener una economía, más equilibrada, más justa y más redentora. Otros hablan de subsidios para los desocupados. Y para complementar se recomienda la gran terapia del deporte.
Si educar es crear hábitos, hemos descuidado la importante disciplina del deporte. Magnifico construir campos deportivos para 50.000 afiebrados. Pero en los barrios populares urge poner a funcionar centro y campos por el fútbol, sencillos, pero numerosos. Cada cancha que se construye, es una cárcel que se cierra y una oportunidad para no consumir estupefacientes.